EDITORIAL

Integración regional es clave contra la crisis

Se acrecientan los temores de una paralización regional del flujo de mercancías, entre materias primas, productos manufacturados y alimentos a causa de las restricciones sanitarias al transporte terrestre asumidas por Costa Rica y Panamá, para impedir el ingreso de pilotos extranjeros por temor a que sean portadores del coronavirus. Esto ha causado un atasco fronterizo de cientos de camiones con la consiguiente cauda de efectos logísticos, pérdida de productos o sobrecostos que han llegado a un punto amenazante.

Aunque el Sistema de Integración Centroamericana, Sica, ha efectuado algunos esfuerzos de diálogo, la preocupación por los efectos de la pandemia crispa los ánimos de las autoridades de cada país, al punto que Honduras asumió ayer medidas recíprocas de sanción para el transporte de productos provenientes de Costa Rica. Con ello, la escalada de barreras estatales amenaza con agravarse, justo en una coyuntura en que la integración regional puede tener un valor estratégico de primer orden. Así también en Nicaragua y El Salvador se implementaron medidas que imponen plazos irreales de estadía o condiciones de ingreso a conductores de transporte pesado de otros países.

A nadie le conviene la temida “balcanización” de los mercados, considerada en algunos esquemas de análisis de evolución económica como efecto de las políticas nacionales de cierre y mitigación del covid-19. Aunque resulta una consecuencia lógica, la estrategia del miedo es una solución engañosa, puesto que el flujo de importaciones y exportaciones del área equivale a preservar la producción, a conservar las posibilidades de abasto alimentario y a prolongar los suministros para un mercado de 50 millones de personas.

Han sido tantas décadas de esfuerzos de integración económica y tan evidentes sus beneficios que se hace necesario acelerar la implementación de un protocolo especial de tránsito regional de mercancías que reduzca riesgos sanitarios y que a la vez reduzca el impacto productivo. Tan solo para Guatemala, el transporte de carga terrestre representa una quinta parte de la actividad comercial exterior, tanto de importación como de exportación.

Guatemala envía a toda la región una amplia gama de productos entre los cuales figuran, por supuesto, frutas, legumbres y verduras, pero además existe un fuerte suministro de productos de papel, cartón y plástico, textiles, sustancias químicas industriales y farmacéuticas, jabones, desinfectantes, bebidas y materiales de construcción. Al mercado ingresan, sobre todo, productos lácteos, harinas alimenticias y abarrotes. Todo este intercambio refleja el enorme potencial de crecimiento regional, un argumento más para pasar del pánico a la asertividad.

Apenas ayer Costa Rica proponía a los otros países sumarse a un plan implementado con Panamá. Dicho acuerdo contempla una ruta sanitaria de transporte monitoreada por satélite para permitir la entrega de productos, descanso, levantado de carga y retorno al país de origen. Es posible que no se trate de una panacea, pero por ahora la clave es tener el diálogo abierto. El doble filo de la crisis tiene, de un lado, el riesgo de propagación, y del otro, el peligro para la actividad económica, una situación sin precedentes que debe ser abordada de forma integral e innovadora. Dentro de cada país la expansión de casos sigue, pero tal situación puede complicarse socialmente si se le sumara una crisis de desabasto, la cual no solo se puede sino se debe atajar.

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