EDITORIAL
Intolerancia jamás será el camino
En la tierra de la libertad, la cuna de la democracia americana y punto de confluencia de tantas culturas, se vive una tensión creciente en varias ciudades debido a las protestas por la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd, quien permaneció sometido bajo la rodilla de un oficial de la policía de Minnesota por casi 15 minutos. En ese lapso repitió varias veces que no podía respirar, sin que el agente Derek Chauvin tuviera compasión, así como tampoco la tuvo su compañero, quien permaneció impávido durante aquella agonía que fue grabada en video y ha suscitado repudio global.
El anuncio del arresto del policía Chauvin no bastó ayer para calmar los ánimos. Las protestas se multiplicaron en varias ciudades, entre ellas Nueva York, Atlanta, Detroit y Washington. La policía reaccionó violentamente con batones, gas pimienta y arrestos para intentar diluir a los manifestantes, quienes exigían justicia para Floyd y el fin de los comportamientos racistas.
Una evidencia de este sesgo segregacionista ocurrió ayer con el arresto momentáneo que sufrieran reporteros y camarógrafos de rasgos afroamericanos e hispanos que cubrían las violentas protestas en Minnesota. Fue notoria la intolerancia policial en su contra, puesto que otros colegas no fueron molestados. Afortunadamente, el profesionalismo de los comunicadores fue clave para que fueran liberados, ya que en ningún momento agredieron ni insultaron a los agentes. Solo dejaron claro que efectuaban la labor de mantener informadas a sus audiencias.
Desafortunadamente, este comportamiento discriminativo de algunas autoridades se ha registrado anteriormente en contra de migrantes hispanos, incluyendo a guatemaltecos. Hace poco más de un año, el 20 de mayo del 2019, murió un joven guatemalteco detenido en McAllen, Texas, después de horas de agonía, sin recibir atención médica. El 24 de mayo del 2018 fue ultimada la joven guatemalteca Claudia Gómez por un agente fronterizo que le disparó cuando intentó huir.
No se puede generalizar. Existen en Estados Unidos muchísimas personas que no solo valoran, sino que además exaltan y admiran el valor de la multiculturalidad, la tolerancia y el aporte de los migrantes. Lamentablemente, también subsisten heridas y prejuicios que hunden sus raíces en una historia de agresiones en contra de minorías, como la afroamericana. Apenas hace 57 años comenzó a abrirse el camino a la igualdad en los derechos civiles, aunque a todas luces las heridas subsisten. Lamentablemente, algunos de los plantones devinieron en disturbios, que de alguna manera se convierten en el pretexto perfecto para la represión policial.
Poco ayuda la retórica explosiva del presidente Donald Trump, quien generalizó al llamar delincuentes a los manifestantes y por afirmar en un tuit que cuando “comienzan los saqueos, comienzan los disparos”, comentario que la red Twitter ocultó por violar sus reglas de apología a la violencia. Irritado, Trump emitió una orden ejecutiva para injerir en las moderaciones de las redes sociales. Dicha orden sobrepasa sus potestades y constituye una amenaza contra la libertad de expresión. El tema de las regulaciones en redes sociales puede ser sujeto de un amplio debate, pero no de un decreto unipersonal. Trump se ha valido de Twitter para lanzar críticas, diatribas y descalificaciones, pero ahora que las reglas aplican en su contra reacciona de manera intolerante cuando debería convertirse en el gran conciliador, aunque sea por estrategia electoral.