EDITORIAL

Jocotán: emblema de negligencia estatal

Por más que sucesivos gobiernos han intentado publicitar planes, programas y cruzadas contra la inseguridad alimentaria, los resultados terminan delatando la ineficiencia burocrática y la incapacidad ejecutiva, que gasta más en propaganda que en brindar con efectividad, y sin segregaciones politiqueras, ayudas nutricionales a los sectores más necesitados. A estas alturas las autoridades de turno ya deberían haber entendido que estas vulnerabilidades no pueden ni deben explotarse con fines clientelares, porque al hacerlo se están burlando de la prolongada tragedia que asola a estas familias.

Mientras se dirigían a recoger víveres aportados por una entidad internacional en el casco urbano del municipio, 18 hermanos guatemaltecos, incluidos tres menores, murieron al embarrancarse el picop que los trasladaba desde la aldea Conacaste, que está a solo 13 kilómetros del casco urbano, pero en tan mal estado que parece el triple. Buscando comida encontraron la muerte. Ayer fueron sepultados, No hubo tres días de luto ni pronunciamiento oficial. Quizá porque de hacerlo se tendría que reconocer la insuficiencia y dispendio de los recursos destinados a la región, no solo para paliar el hambre, sino para impulsar el desarrollo.

El Corredor Seco abarca al menos 46 municipios de siete departamentos, aunque debido a los efectos del cambio climático podría haberse ampliado a 10, con el obvio desafío para la seguridad nutricional y la sostenibilidad económica y ambiental. Desde hace más de dos décadas se reporta la lacerante desnutrición infantil crónica y aguda en Jocotán, sin que a la fecha haya una agenda sostenida para generar mejores oportunidades productivas que podrían incidir en la mejora de vida de los hogares.

Las visiones miopes han prolongado el analfabetismo, la baja cobertura educativa y sobre todo repetición de fórmulas asistencialistas con el respectivo negocio para financistas. En enero de este año el Gobierno publicitó la apertura de otro comedor social en la cabecera municipal de Jocotán como parte de la lucha contra la desnutrición, pero tal estrategia exhibe sus contradicciones al tomarse en cuenta que el 89 por ciento de la población vive fuera de ese casco urbano y sus ingresos son tan limitados que difícilmente podrían costear viajes para acudir a dicho lugar, mucho menos en familia. Esta desproporción se repite en otros municipios, pero aun así el Ministerio de Desarrollo insiste en abrir estos centros sin fundamento técnico, con gasto millonario y alto costo por plato servido.

El Índice de Desarrollo Humano (IDH) de Guatemala es de 0.663, por debajo del promedio de 0.766 que tiene el resto de Latinoamérica. Pero al poner atención en el IDH de Jocotán es posible visualizar la situación precaria que afronta la mayoría de sus pobladores, del 0.497, dato que no es nuevo y pese a ello los planes gubernamentales evaden ir a la raíz para propiciar nuevas vías de atajar sus problemas. Existen más municipios en una situación similar en las montañas del oriente de Guatemala, el altiplano y la Franja Transversal del Norte.

Poca o ninguna atención estatal han recibido estas comunidades debido a que no existe una visión prospectiva y mucho menos una estrategia de Estado que trascienda cuatrienios. Por el contrario, el Gobierno recortó recursos a programas alimentarios para desperdiciarlos en propaganda. Iglesias, oenegés, empresas privadas, fundaciones y países amigos han acudido al auxilio de angustiados pobladores, con quienes comienzan a llegar sonrientes personajes a pedirles otra vez su voto.

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