EDITORIAL

Justipreciado valor patrimonial del país

Un gran motivo de orgullo nacional constituye la reciente designación del sitio arqueológico Takalik Abaj, en El Asintal, Retalhuleu, como parte de la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Este registro global agrupa grandes tesoros históricos, arquitectónicos, artísticos y arqueológicos de todo el mundo, de enorme valor documental, estético y monumental. Hasta ahora, tres grandes patrimonios culturales guatemaltecos figuraban en tal lista: Antigua Guatemala y las ciudades mayas de Tikal y Quiriguá.

Takalik Abaj, cuyo significado es “piedra parada”, se suma ahora a esta categoría, lo cual implica un mayor atractivo para el turismo nacional y extranjero, un aliciente para reforzar las investigaciones científicas y una razón más para mejorar la infraestructura vial de acceso al núcleo de atractivos de la región conocida popularmente como Guatemágica. Es necesario resaltar los prolongados esfuerzos de rescate encabezados por los arqueólogos Christa Schieber y Miguel Orrego para explorar los vestigios y la evolución de esta joya arqueológica, única en su tipo, porque en ella se encuentra la transición de la antigua cultura olmeca y el surgimiento de un importante enclave maya en la Costa Sur.

Su historia abarca aproximadamente mil 600 años, entre el 1000 antes de Cristo y el 700 de nuestra era. La documentación de esculturas, estructuras, plataformas y piezas encontradas a lo largo de cien años de exploración ha sido clave para que el consejo de la Unesco haya votado a favor de la inscripción. Más que una campaña laudatoria para los funcionarios que cumplieron con su obligación, es necesaria una estrategia de divulgación para todos los niveles escolares del país.

La distinción de patrimonio de la humanidad puede representar un mayor potencial de turismo cultural proveniente de Guatemala, pero también de los vecinos México y El Salvador, además de estadounidenses y europeos. Pero esto depende de mejoras en la eficiencia de desplazamiento vehicular desde la capital, ciudades intermedias y puertos de entrada. Entre Escuintla y Retalhuleu hay al menos cuatro cuellos de botella, que convierten un tramo corto en insoportables y prolongadas filas: Cocales, San Bernardino, Mazatenango y Cuyotenango; y se pueden agregar trechos en los cuales la ruta de cuatro carriles se reduce a dos, por falta de puentes o asfaltados sin terminar, devenidos de la estafa Odebrecht.

El proyecto de un ferrocarril turístico desde el puerto de Champerico quedó entrampado entre las disputas legales de Ferrocarriles de Guatemala y empresas que adquirieron derechos de vía. Es una quimera oxidada que necesita de inteligencia, inversión con certeza jurídica y también voluntad política, pero los mismos criterios aplicarían para libramientos de los embudos viales mencionados.

En todo caso, también sería oportuno aumentar esfuerzos para la recuperación de grandes ciudades mayas, cuya magnificencia es poco conocida e inaccesible. Piedras Negras, enclavada sobre el río Usumacinta, debería ser un destino ecoarqueológico de primer nivel, pero prácticamente nadie lo visita; Dos Pilas y Aguateca, vestigios de las pugnas del posclásico maya son ilustres desconocidas para la mayoría de guatemaltecos. Hay más, pero no podemos dejar de citar el imponente y fundacional Mirador, capital del reino Kan, localizado en la reserva natural del mismo hombre, que varios gobiernos han rehusado a declarar santuario natural para garantizar su supervivencia como joya cultural y ecoturística.

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