EDITORIAL

La basura es de todos y el daño, también

Queda claro que si no hay un cambio de actitudes, intergeneracional, colectivo y a la vez de enfoque personal, el problema de los desechos sólidos continuará creciendo hasta el absurdo si no es que ya estamos en ese punto. Pero aun si así fuera, es tiempo de entrar en razón por la misma fuerza de las circunstancias, de las realidades y también de las leyes, civiles y penales, aplicadas a todo individuo que tira basura desde las ventanillas de vehículos, que lanza a la calle un envase o que convierte en basurero cualquier esquina a su antojo, por la tacañería de no pagar un servicio de extracción.

La disposición, transporte y tratamiento de desechos sólidos también deben evolucionar de inmediato, puesto que la contaminación generada por los mismos proviene de los vertederos y de los rellenos sanitarios, rebasados por el continuo ingreso de cada vez más camiones con plásticos, vidrios, cartones, empaques y residuos orgánicos en completo caos pestilente que, más temprano que tarde, terminan arrastrados por correntadas pluviales hasta las cuencas de los ríos, otrora transparentes, que van convirtiendo en basureros los afluentes hasta los océanos, donde se acumulan como una pesadilla invisible, pero real.

Hasta hace menos de medio siglo existía la penosa suposición de que los barrancos eran una especie de pozos sin fondo en donde la basura “desaparecía”. El aumento exponencial de desperdicios confirma la falsedad de tal creencia. Pese a ello, se siguen observando en zonas urbanas periféricas y también en poblados de la provincia cascadas de basura que contaminan manantiales, que se incendian con facilidad y emanan fetidez. No hay soluciones instantáneas. Se trata de un problema que nadie puede considerar como ajeno.

Apenas un par de días atrás la iniciativa Ocean Cleanup (OC) difundía el impresionante video en el cual se presentaba el proyecto Interceptor, un sistema de retención de basura instalado en un afluente del río Motagua. La cantidad de material arrastrado era tal que prácticamente rompió la red, con lo cual se demuestra que no basta la limpieza de los ríos sino un esfuerzo definitivo por frenar la llegada de los desechos. Muy buena intención tiene el fundador de OC, además de excelentes recursos tecnológicos, pero si no colabora cada guatemalteco su esfuerzo será en vano, pues existen más cuencas con el mismo problema.

El Acuerdo Gubernativo 164-2021, Reglamento para la gestión integral de los residuos y desechos sólidos comunes, es una herramienta que atiende el origen de la producción de basura y regula la recolección, traslado, tratamiento y disposición final de los residuos y desechos sólidos.

Fue aprobado en agosto del 2021 para establecer lineamientos en la gestión integral de los residuos y desechos sólidos comunes, la cual incluye la práctica de clasificar en recipientes separados los desechos generados por hogares y empresas. Sin embargo, la obligatoriedad de tal medida, de crucial importancia, no entrará en vigor sino hasta el 2023. Se supone que el plazo de dos años era para promover campañas de educación y permitir la implementación de los depósitos de clasificación. En febrero último, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales informó de que se sostenían rondas de comunicación con alcaldías para sumarlas al proceso de supresión de basureros ilegales, pero se necesita extender tal instrucción a escuelas, oficinas, condominios, mercados, comités de vecinos y comercios. El tiempo sigue corriendo y la basura también, incesante, en los caudales de tantos ríos.

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