EDITORIAL

La competencia por servir más y mejor

La responsabilidad social empresarial constituye un conjunto de aportes cuya trascendencia a menudo queda opacada en el maremágnum de acontecimientos políticos, económicos y sociales, sobre todo en una nación como Guatemala, que afronta demasiados rezagos a causa de sucesivas administraciones públicas lastradas por la ineficiencia, miopía y contubernios politiqueros, lo cual a la vez ha tenido un impacto directo en el desarrollo humano en diversos órdenes.

En el mundo empresarial global actual, las compañías asumen constantemente nuevos retos para generar bienes y servicios innovadores, en un entorno competitivo que reclama mejores precios, calidad y tiempos de entrega, entre muchos otros factores, pero sin descuidar el sentido de bienestar para los colaboradores, para la comunidad circundante y para el país en donde desempeñan su labor.

Es así como la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) ha evolucionado por más de 50 años hasta abarcar una gama de posibilidades de aporte y mejora que comienzan desde el cumplimiento de la legislación, generar estándares éticos de desempeño y proveer de las mejores condiciones posibles de desarrollo a sus colaboradores y familias. Pero dadas las necesidades que surgen en la sociedad, cada vez más empresas asumen una proyección mayor sobre el entorno, para poder incidir en áreas como medioambiente, iniciativas en beneficio de grupos desprotegidos, promoción del deporte, jornadas de salud, aportes en educación, construcción de vivienda u otros tipos de infraestructura, con el involucramiento de todo el personal de la compañía.

Este tipo de iniciativas responsables tienen un creciente impacto positivo en las comunidades y a su vez abren oportunidades insospechadas para sus promotores. Es tal su alcance que la misma Organización de Naciones Unidas continúa promoviendo un Pacto Mundial para impulsar los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030, mediante el aporte de compañías de todo tipo. Dicho compromiso tiene 10 principios, entre los cuales destaca que sus signatarios se comprometen a respetar los derechos humanos, eliminar toda forma de discriminación laboral, combatir el tráfico infantil, aminorar el impacto industrial en el medioambiente y rechazar toda práctica de corrupción y sobornos.

No existe empresa tan pequeña que no pueda unirse a otras para impulsar buenas prácticas y causas nobles; no existe compañía tan grande que no pueda aportar su grano de arena para resolver alguna de las necesidades de las comunidades. En la visión moderna de la RSE puede haber incluso integración con esfuerzos estatales, de organismos internacionales o fundaciones no gubernamentales. En Guatemala existen brillantes ejemplos de contribución a reducir la desnutrición en ciertas comunidades, construcción, remozamiento o equipamiento de escuelas, limpieza de cuencas fluviales, recaudación de fondos para hospitales o albergues infantiles, apoyo a mujeres emprendedoras y mucho más. Hoy arranca en el país el XII Foro de RSE en Guatemala, durante el cual se analizarán las siempre renovadas posibilidades de crear un mejor entorno laboral, de promover una más armoniosa convivencia con la comunidad y de ampliar el alcance de los esfuerzos ya emprendidos, los cuales, a final de cuentas, siempre traen réditos éticos para sus impulsores, los cuales simplemente no tienen precio porque su raíz está en el corazón de hombres, mujeres y niños beneficiados.

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