EDITORIAL

La esperada hazaña

El fragor cotidiano de las madrugadas tarda más en arrancar los domingos. Cambia la actividad económica, se pausan las rutinas escolares, en las iglesias se escuchan oraciones, enseñanzas y por momentos silencios de meditación. Para una gran mayoría es momento de relajamiento, de paseo, de recuperar las fuerzas para un nuevo ciclo semanal.

Pero hay personas a quienes el domingo sorprende en la lucha extraordinaria por sobrevivir, literalmente. Para ellas es un día más de pulso contra una adversidad repentina, inexplicable, y que se convierte en una prueba de unión, de perseverancia y de amor familiar: son los niños pacientes de cáncer que enfrentan con valentía, con estoicismo, con fe, el duro proceso de las quimioterapias o radioterapias. Los testimonios de las familias tienen sus detalles únicos sobre esos primeros síntomas que parecían otro tipo de afección, sobre esos exámenes cada vez más preocupantes, sobre esos momentos de dura verdad en que se confirmó un diagnóstico de leucemia, de un sarcoma, linfoma u otras variantes del cáncer que golpea los dulces años de infancia pero que debe tratarse de inmediato, algo que hasta hace 20 años resultaba difícil y fuera del alcance de muchas familias, debido a los altos costos del tratamiento oncológico.

En 1997 surge la asociación Ayúdame a Vivir, con el apoyo de personas y empresas altruistas que aportaron fondos, promovieron rifas y también carreras pedestres para recaudar recursos. Bajo aquella visión de generosidad, respaldada por una noble generación de médicos especialistas, surgió en el 2000 la Unidad de Oncología Pediátrica (Unop) en el Hospital Roosevelt, la cual ha atendido y salvado la vida de miles de niños. No fue fácil, hubo que efectuar insistentes gestiones ante el Ministerio de Salud para que cediera un espacio del sótano al lado poniente del referido nosocomio, un espacio que hoy se ha convertido en un moderno centro de atención.

Antes de la existencia de ese hospital, solo dos de cada 10 niños diagnosticados lograban sobrevivir, a lo cual se sumaba un alto número de casos que ni siquiera llegaban a ser detectados debido a la pobreza y la distancia. Así también se daba un alto número de abandonos del tratamiento, por la misma causa. La Unop cuenta hoy con programas de asistencia emocional y psicológica para el paciente y sus familiares, una residencia sin costo para que el niño o niña pueda estar acompañado durante los días de tratamiento, todo sin costo alguno. Más de tres mil pequeños han quedado libres de cáncer en dos décadas, muchos de los cuales ya son jóvenes estudiantes universitarios.

Se entregó esta semana la recaudación de la rifa Ayúdame a Vivir, impulsada por empresas líderes en sus respectivos campos, las cuales venden los billetes a sus clientes durante aproximadamente cuatro meses. Cada número vendido representa un aporte de esperanza. Pero hay más formas de apoyar: invitando a otros a comprar números, mediante donativos, voluntariado o con la participación en la carrera Arco Iris, en marzo próximo, todo a fin de que más familias puedan vivir ese gran día en que se les notifique el esperado diagnóstico: su hijo o su hija ha vencido al cáncer.

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