EDITORIAL

La niñez merece serios e integrales cuidados

Con creciente frecuencia se ve cómo padres o madres de familia, en lugar de asumir su perenne papel rector de la formación y el cuidado de sus hijos, recurren a la distracción fácil mediante teléfonos inteligentes. Tales aparatos, devenidos en pequeños ordenadores personales, se han tornado para muchas personas en una especie de niñeras autómatas que hacen enmudecer a los niños, al dejarlos absortos ante videojuegos, películas, redes sociales y audiovisuales que no necesariamente están bajo el debido control de acuerdo con la edad, valores y capacidad de juicio crítico de los menores.

Es en este descuido desidioso, bajo excusas de otras ocupaciones “más importantes”, como niños y niñas abajo de los 10 años quedan expuestos a contenidos obscenos, a peleas brutales, crímenes gravados y viralizados, reguetones altamente sexualizados e incluso videos tiktokeros más propios de un burdel que de estar en pequeñas manos. Y no se trata de establecer censuras o de limitar la libertad de expresión, sino de una responsabilidad que debe ser asumida por los padres o encargados, a fin de asegurar lo más preciado de la infancia: su inocencia.

Tampoco se trata de cerrar los ojos a la realidad. Es conveniente conversar de manera prudente pero muy clara con los niños acerca de temas como la sexualidad, su anatomía, la violencia y el derecho al respeto a la propia integridad. Es clave hacerles ver los riesgos potenciales de comunicarse con desconocidos y la necesidad de dar aviso sobre cualquier expresión o conducta extraña, ya sea de maestros, amigos o incluso familiares. Desafortunadamente pululan los agresores o depredadores sexuales que intentan de manera perversa y abyecta contactar a menores.

El desarrollo tecnológico ha permitido que continúen las actividades escolares. La conectividad a través de internet alivia en alguna medida la incomparescencia a las aulas físicas. Incluso, más allá de la pandemia, continuará su avance como un aliado del aprendizaje y el desarrollo de capacidades de cara a un entorno laboral que también se vincula con la digitalización. Sin embargo, una mayor permanencia de miles de niños en línea también ha acrecentado el ataque de acosadores sexuales, sobre todo a través de redes sociales.

Las cifras son preocupantes: al menos uno de cada tres menores sufre algún tipo de acoso, pero solo uno de cada 10 tiene la confianza suficiente para decirlo a sus padres. Es precisamente esta falta de confianza la que ocasiona un virtual aislamiento que deja en indefensión al niño, niña o adolescente. Pensar que su papá o su mamá lo va a regañar por revelar mensajes indecentes de un anónimo o, peor aún, de algún conocido es el caldo de cultivo para potenciales riesgos de ultrajes.

Hoy se conmemora el Día Mundial de la Familia, para exaltar el valor de la célula básica de la sociedad, ya sea con padre y madre, uniparental o bien cuando abuelos, tíos o algún hermano mayor asume el rol de cuidado. Es en una comunidad de afecto en donde los niños aprenden a amar, es en un entorno de diálogo sincero en donde los niños aprenden a confiar, es en esa primera escuela doméstica en donde se viven las primeras actitudes de fe y acciones de valor. Cierto, existen familias con problemas de desintegración, alcoholismo o violencia, y es allí donde más hace falta la acción coherente y perseverante de asociaciones, iglesias e instituciones, porque es en cada uno de estos núcleos esenciales donde radica el porvenir del alma de la Nación.

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