EDITORIAL

La unión es la clave

Se cumplieron 30 años de la reunificación alemana, un hecho histórico que probablemente muchos jóvenes no conocen o no valoran en su justa dimensión: fue la transformación de un territorio que por 41 años estuvo condenado a vivir la opresión del autoritarismo, la intolerancia, la falta de libertades y la imposición de un sistema totalitario, inicuo, inviable y desfasado que terminó por colapsar debido a su propia naturaleza.

Es más usual recordar la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989, como un momento icónico que significó el fin de la división de una ciudad. Sin embargo, es mucho más profundo lo que vino a continuación: el inicio de un plan de unificación impulsado por el entonces canciller Helmut Kohl. Las conversaciones duraron 10 meses, un lapso relativamente breve pero justo para emprender la integradora transformación.

Aquel 3 de octubre de 1990, en la emblemática Puerta de Brandenburgo, de Berlín, Kohl recordó las vidas de quienes perecieron en el intento de lograr una existencia digna, de conquistar garantías universales y de establecer un estado de Derecho: su sacrificio no fue en vano, porque hoy por hoy Alemania es una de las mayores potencias mundiales, pero las duras lecciones de su historia le han conducido a ser un país que también exporta desarrollo, que comparte conocimiento y apoya con cooperación técnica en diversos órdenes a naciones como Guatemala.

Aquel hecho marcó un nuevo capítulo geopolítico que representó la ansiada llegada de la democracia para quienes vivieron en la hoy extinta Alemania Oriental, un territorio dominado por la Unión Soviética desde de la Segunda Guerra Mundial, sobre el cual se impuso un régimen de sangre y terror. Agonizaba así la Guerra Fría. Apenas un lustro antes, en 1985, Guatemala también se encaminaba por la senda democrática, después de décadas de gobiernos autoritarios, aunque todavía en el marco de un cruento conflicto armado interno.
Es válido señalar tales paralelos, pues fue la valentía de ciudadanos íntegros y el anhelo imbatible por la libertad lo que verdaderamente contribuyó a cerrar estas etapas oscurantistas. La República Federal de Alemania no solo recuperó su territorio, sino su unión, que además volvió a contar con el talento y la participación de millones de ciudadanos.

La gran lección alemana para el mundo es que, como en toda comunidad nacional, puede haber errores, desacuerdos y etapas difíciles, pero a través del diálogo, la institucionalidad y el respeto a los derechos individuales es posible construir una historia que no repita los errores del pasado.

Es importante que la niñez y juventud conozcan la diferencia entre el antes y el después de aquel 3 de octubre de 1990, con todo y sus causas, complicaciones y consecuencias, como un referente que permita otorgar su debido valor a la democracia, a las libertades, a las instituciones pero, sobre todo, a la unidad nacional como factor fundamental. Toda apología a la división, a la polarización y a las descalificaciones infundadas debe considerarse como resabio de aquel mundo oscuro de la Guerra Fría.

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