Editorial

Los nombres de la crisis hospitalaria

Se dice que no es pequeña la “pacaya” que le cayó al ministro de Salud Óscar Cordón Cruz y a su equipo. Pero si aceptaron los cargos fue para dar resultados y no excusas.

Sin duda alguna es importante  que el gobierno de Bernardo Arévalo encuentre recursos presupuestarios y mecanismos de acción inmediata para paliar la crisis de insumos que se cierne sobre hospitales nacionales, regionales y de referencia. Los números rojos se heredaron del gobierno anterior y de los  que lo antecedieron, pero la necesidad es aquí y ahora. Vidas de guatemaltecos,  con nombres y apellidos, están en juego, así como lo han estado por años. Ya muchas se han perdido entre confusión y  carencias.

El aumento en el ritmo de ejecución, evidenciado en el consumo, en menos de tres meses, de más de la mitad de recursos asignados para un año, puede tener algunas explicaciones factuales como el aumento de urgencias por accidentes de tránsito y el alto costo de brindar atención, sobre todo en el área de traumatología, a motoristas lesionados, lo cual se suma a los hechos de violencia, que dejan numerosos heridos, ya sea en ataques o asaltos. Aparte de ello está la atención de enfermedad común.  que con frecuencia está conectada a cuadros agudos de padecimiento cardiovascular, renal, diabetes o cáncer, que precisan de internamiento y a veces de exámenes complejos o cirugías. Y mientras la población ha aumentado, los centros asistenciales de referencia capitalinos  siguen siendo solo dos.

Sin embargo, dados los malos manejos, compras fraccionadas o contratos dudosos que se observaron en el período pasado, es necesaria una auditoría profunda y detallada sobre los tipos de adquisición, los precios pactados, las constancias de entrega de productos y también los registros de uso o egreso de estos.  De encontrarse irregularidades, los informes deben convertirse en denuncias certeras con nombres y apellidos.

Además, en varios hospitales departamentales se han detectado nóminas marcadas por posible nepotismo y ello también debe ser parte de la revisión de la crisis. Remodelaciones inconclusas o equipamientos son otras aristas del cuestionamiento al gasto que se deben abordar sin que eso impida la provisión de insumos para paliar la crisis, que se ha convertido en un estadío recurrente y en un círculo vicioso   que bloquea el paso a una eficiencia institucional de calidad.

Personal médico, de enfermería y apoyo efectúan, desde los días de la pandemia, denodados esfuerzos por mantener el servicio. Sus  protestas durante ese período denotaron el displicente manejo del sistema hospitalario. Cabe recordar el ofrecimiento  de cinco nuevos hospitales hecho por el ahora expresidente Alejandro Giammattei Falla, de los cuales solo están la maternidad de Santa Lucía Cotzumalguapa y el hospital de Chimaltenango —que fue construido por Taiwán—, cuyo equipamiento  terminó en un escándalo de corrupción por Q63 millones, cuyo juicio aún está en veremos  y con el riesgo de que el principal responsable, el exviceministro Gerardo Hernández, un consentido de dicho gobierno, intente salir del lío bajo la figura de “aceptación de cargos”, algo que ni los otros acusados ni el MP, tan puntilloso en otros casos de menor monto, deben tolerar.

Haciendo uso del dicho coloquial guatemalteco, se dice que no es pequeña la “pacaya” que le cayó al ministro de Salud Óscar Cordón Cruz y a su equipo. Pero si aceptaron los cargos fue para dar resultados y no excusas, pues de eso ya hay  bastante  en todos los tonos, símbolos y circunstancias. La transformación del sistema de Salud necesita de un criterio visionario, futurista y tecnológico para asegurar calidad y probidad, pero sobre todo que esta sea la última crisis hospitalaria.

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