EDITORIAL

Los que pueden no quieren y viceversa

La vacunación contra el covid-19 en el país sigue siendo un ejercicio personal de responsabilidad, con plena libertad y uso de razón en favor de la conservación de la salud e incluso de la vida; sin embargo, también sigue siendo un espacio para las paradojas, contrastes, conexiones de causa y efecto. Por ejemplo, existe un dato que exhibe las fallas en la logística de distribución: 900 mil guatemaltecos interesados en inmunizarse han tenido que salir de su municipio de residencia para poder obtener una o las dos dosis.

Cualquier justificación para esta realidad, a 10 meses de iniciado el proceso de vacunación, resulta ociosa, puesto que se ha tenido tiempo suficiente para agilizar y afinar la estrategia. Tal cantidad también desmiente aquellas afirmaciones presidenciales que se escudaban en el desinterés de la población por vacunarse.

Desde otro ángulo, en el mismo período de la vacunación se contabilizan nueve mil 235 decesos a causa de coronavirus. De esa cantidad, el 90% de víctimas no tenía ninguna vacuna, lo cual permite inferir que, en efecto, la recepción del fármaco marca una fuerte diferencia en la resistencia a dicha infección. No impide padecer la enfermedad, pero sí reduce notoriamente sus efectos, con lo cual los casos críticos han disminuido. Un 7% de fallecidos tenía una sola dosis y el 3% ya había recibido las dos. Si se toma como referencia que al menos 5.9 millones de personas tienen una o las dos dosis, la probabilidad de morir se reduce a menos del 1% si se tiene alguna inmunización. No obstante, en varios centros de vacunación se ha reducido la asistencia, a pesar de que aún hay un vasto número de personas sin esta protección, de la cual muchos aún se privan por desinformación o prejuicios. Cabe señalar que la proporción de objetores a la inmunización tiene paralelos en varios países del mundo, al igual que las tasas de mortalidad sin tal defensa.

Ahora bien, todavía hay municipios con muy baja proporción de vacunados, por lo cual se necesita implementar mejores vías de divulgación para que los pobladores sepan las fechas, horarios y lugares más próximos a donde pueden acudir, plenamente informados de la posibilidad de efectos secundarios, sí; pero que son considerablemente menos graves que la enfermedad. Aún hay población en riesgo, por ejemplo de los mayores de 50 años; todavía falta un 50% por inocular y que, por ende, está prácticamente inerme ante el covid-19. Esa es precisamente la paradoja: existen guatemaltecos que tienen acceso a un centro de vacunación y no quieren, mientras otros que desean protegerse deben recorrer largas distancias o esperar a que lleguen dosis a su localidad.

También es paradójico que el Ejecutivo se haya quejado, la semana anterior, de su relación con el actual gobierno estadounidense, cuando ha sido la administración Biden la principal salvadora del proceso de vacunación. Hace apenas cuatro días llegaban al país dos millones de dosis, que junto a envíos previos sumaban 8.5 millones de vacunas, cantidad que ningún otro país ha recibido por parte de EE. UU. y una de las donaciones bilaterales más grandes del mundo. Con esta última entrega se puede abarcar hasta 32% de la población mayor de 12 años, un grupo importante, sobre todo de cara a la posible reactivación híbrida de clases y a la programación de una tercera dosis, necesaria y benéfica según lo demuestran diversos estudios, pero cuya administración debería ser más ordenada, moderna e inteligente que las dos primeras.

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