EDITORIAL
Minutos para la vida
Para exaltar la detección preventiva y el acceso a tratamientos contra el cáncer de mama, la Organización Mundial de la Salud declaró, en 1988, cada 19 de octubre como fecha conmemorativa. Pero al tratarse de un problema de salud tan extendido, mortífero y paradójicamente tan desatendido, tal recordatorio se extendió a todo el mes, con el afán de sensibilizar a toda la sociedad y también a los aparatos estatales de salud.
Este tipo de cáncer es el más frecuente y el más mortífero en mujeres a escala mundial, además de impactar seriamente en la vida productiva, lo cual incluye tareas, remuneradas o no, que se ven impedidas o dificultadas por el padecimiento. En tres décadas se han producido grandes avances en farmacología, cirugía y tratamientos de radioterapia, pero el poco acceso a información confiable y las deficiencias de servicios de salud pública se convierten en barreras para una atención oportuna. En el continente americano se registró una quinta parte de todos los casos diagnosticados en el mundo.
En América Latina, un 32% de los casos se detecta en mujeres menores de 50 años, una proporción mucho mayor que la de América del Norte, por ejemplo, en donde solo 19% están abajo de esa edad. Esto quiere decir que se trata de madres con hijos que posiblemente aún están en la etapa de niñez y adolescencia, lo cual multiplica el impacto social de la enfermedad.
En todo caso, mientras más temprano es el pronóstico, mucho mejor es la tasa de sobrevivencia y menor es el costo del tratamiento, lo cual es una correlación valiosa para países con limitados recursos. En esta batalla, el arma básica está literalmente en las manos de las propias mujeres, que deben aprender a hacerse con frecuencia el autoexamen, en busca de cualquier masa inusual: se trata de una cultura que a menudo se ve dificultada por prejuicios, temores o falsas morales. Se necesita, claro, de una instrucción adecuada sobre qué buscar y con qué metodología, lo cual es accesible a través de cualquier teléfono con señal de internet. En caso de detectar alguna anormalidad, se busca ayuda inmediata.
Lo anterior parece obvio, pero existen miles de mujeres que desconocen este autocontrol o que, por circunstancias de pobreza, evaden acudir por ayuda hospitalaria. Es allí donde entra la labor de las autoridades sanitarias responsables para proveer mejores posibilidades de confirmar o descartar un diagnóstico. En 2020 hubo unos 200 mil nuevos casos de cáncer de mama en América Latina y unas 68 mil muertes, de las cuales no todas tenían diagnóstico o tratamiento. La tasa de supervivencia ha mejorado y debe seguir creciendo mediante el esfuerzo de toda la comunidad.
Existen entidades como el Instituto de Cancerología o la Fundación Amigos contra el Cáncer Guatemala (Fundecán), así como empresas patrocinadoras, que han contribuido a crear campañas de sensibilización que pueden marcar la diferencia entre una muerte temprana o una oportunidad para vivir. Dentro de las mismas familias es importante animar y apoyar a las mujeres a perderle el miedo al autoexamen: unos minutos cada mes —como este octubre— pueden significar años de sobrevivencia.