EDITORIAL
Nadie triunfa solo, pero el desafío es personal
No fue sencilla la elección de personaje deportivo del año, debido a los múltiples perfiles de éxito, las sorprendentes historias de esfuerzo y a los emblemáticos logros en diversas disciplinas. El badmintonista zacapaneco Kevin Cordón fue designado con este reconocimiento por su trayectoria y su brillante desempeño en las olimpiadas de Tokio, en las cuales quedó como el cuarto mejor del mundo. Autoridades olímpicas e incluso rivales deportivos elogiaron su tenacidad y técnica, las cuales se conjugan con una trayectoria de numerosas preseas.
Cordón encarna a la perfección el modelo de guatemalteco esforzado, soñador, alegre, con altas metas, pero los pies bien puestos sobre la tierra. Más importante aún, reconoce y exalta con humildad el aporte de muchas personas en su camino competitivo: padres, familiares, amigos, vecinos y hasta el párroco de La Unión, que le permitió entrenar en un salón parroquial durante los meses de confinamiento sanitario. La suma de apoyos y compromiso personal de triunfo condujo a una memorable participación olímpica que, a su retorno, fue reconocida en un desfile triunfal repleto de sonrisas, emociones y renovadas esperanzas en la capacidad de triunfo de los guatemaltecos.
Deportistas guatemaltecas obtuvieron también meritorias medallas: Helen Rubí Rivera ganó bronce en la categoría de 400 metros de patinaje en el Campeonato Mundial de Ibagué, Colombia; entretanto, Patricia Morales, Ana Lorena Bolaños, Claudia Barrios y Sofía Granda consiguieron también bronce en las justas mundiales de boliche, en las cuales Granda logró bronce individual. Un oro, cinco platas y 10 bronces son elocuente muestra del talento deportivo.
Por eso mismo son dolosos y dolorosos el dispendio, la opacidad y la ineficiencia en la ejecución de proyectos de infraestructura deportiva. Varias son las directivas federadas señaladas de cobrar onerosos salarios, de ampliar la planilla burocrática a niveles absurdos y de relegar la construcción de instalaciones dignas en diversas localidades de provincia, que es donde nacen muchas de las vocaciones deportivas. Como ejemplo de esta debacle, puede citarse el caso de Cobán, Alta Verapaz, en donde niños y jóvenes practican natación en una poza natural a falta de una piscina olímpica, y a pesar de ser el departamento del único medallista olímpico a la fecha, Érick Barrondo, no existe una pista de atletismo adecuada.
Decir que nadie triunfa solo entraña un doble mensaje: resaltar el valor de la unión familiar, de la solidaridad entre deportistas y del papel fundamental de los técnicos, nutricionistas y también de los dirigentes, que no deben aparecerse solo a la hora de las fotos en el podio. Para todo éxito, el verdadero trabajo es el que se efectúa de madrugada, en silencio, lejos del ojo público, pero con perseverancia, convicción ética y afán de excelencia.
Están por cumplirse 60 años de la primera gran hazaña atlética protagonizada por un guatemalteco: Doroteo Guamuch Flores ganó la maratón de Boston, a pesar de que para correr no tuvo ni siquiera zapatos deportivos; participó con calzado de vestir. Después de su triunfo, recibió homenajes, pero siguió trabajando como caddy en un club de golf y laboró en una empresa de hilados, alternando labores y entrenamientos. Es tiempo de renovar las dirigencias deportivas, no solo con otras personas, sino con otras visiones, para no repetir los mismos vicios.