EDITORIAL

Oportunidad inédita de evolución educativa

Millones de niños y jóvenes guatemaltecos retornan o están por volver a las actividades educativas en un ciclo lectivo que se anhelaba normalizado, libre ya del asedio del coronavirus. Sin embargo, la historia de esta pandemia aún se escribe a fuerza de luchas y precauciones, de avances médicos y lamentables decesos, de responsabilidades personales y consecuencias. El inicio de este año escolar coincide con un innegable repunte de casos positivos, que tuvo ayer el día de más contagios en 10 meses, al sobrepasar los 1,800 diagnósticos de covid-19.

Se debate aún la conveniencia sanitaria de retomar las clases presenciales, sobre todo de cara al actual auge de casos confirmados que, a causa del tiempo de incubación, claramente se produjeron a raíz de contagios ocurridos en los últimos días del 2020, muy posiblemente durante reuniones y actividades en las cuales se obviaron prácticas de seguridad. El mundo entero vive circunstancias extraordinarias, y ello hace necesario asumir responsabilidades excepcionales no solo en favor de la propia integridad personal, sino de los seres queridos. Por otra parte, la interacción directa en el aula es un factor valioso para el aprendizaje y la socialización.

Se conocen tantas características del coronavirus, pero así también existen otras que siguen siendo un enigma, incluyendo su mismo origen. Es bueno tener una actitud optimista, pero esto nunca debe llevar a asumir riesgos innecesarios o presumir de conocer lo suficiente sobre esta amenaza. El descuido no es éticamente aceptable y la negación de la pandemia solo es un enunciado que favorece el riesgo. Aun así, en el maremágnum de situaciones los niños empiezan con alegría, con ilusión, con energía el nuevo ciclo.

Las sesiones por videoconferencia ya no son algo nuevo, aunque todavía se necesitan más análisis y propuestas pedagógicas para optimizar científicamente su efectividad. El papel de los maestros es clave. La inmensa mayoría de ellos aporta sin titubeos toda su creatividad, paciencia, sentido de servicio y amor a las nuevas generaciones, lo cual permite superar obstáculos, anticipar dificultades y encontrar nuevas soluciones.

Sería altamente deseable la existencia de una guía básica para maestros, por niveles, fundamentada en las experiencias docentes del año anterior —y no en abstracciones o hipótesis—, a fin de replicar las buenas prácticas y evitar las metodologías que propician más cansancio que aprendizaje. Los docentes que laboran en un mismo plantel suelen hacer puestas en común de abordajes exitosos de asignaturas; este sería el punto de partida para una síntesis de recomendaciones que puedan ser compiladas, cotejadas y nuevamente resumidas en forma de sugerencias didácticas.

Esta situación adversa puede ser la oportunidad y la justificación para dar un gran paso en la evolución pedagógica guatemalteca, en el sector privado y público. En primer lugar, se puede exaltar el papel de médicos, biólogos, químicos, matemáticos y especialistas informáticos, como un modelo aspiracional que motive a los niños a buscar, sin temor ni prejuicios, carreras científicas. Ello requiere docentes dispuestos a aprender e innovar, a fin de enseñar con el ejemplo. Pero también precisa de padres de familia totalmente involucrados en la asimilación de conocimientos de sus hijos y no expectadores de la interacción maestro-alumno. Es en las familias donde hoy más que nunca se cultivan esas inteligencias que configurarán el futuro de la productividad y competitividad de Guatemala.

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