EDITORIAL
Para atraer inversión es necesaria la innovación
“Creemos que la competitividad, con un enfoque sistémico e integral, debe constituir el eje central del aspecto económico de la política comercial, siendo responsabilidad compartida del Estado, de la sociedad y de los empresarios, lograrla por medio del diálogo interno”: así fue la declaración prometedora, halagüeña, biensonante con la cual 24 partidos se comprometieron en el 2004 a una Agenda Nacional de Consenso en áreas como infraestructura, desarrollo humano, transparencia del Estado, respeto a la ciudadanía, protección a la niñez y, claro, crear condiciones para atraer inversiones que generen empleo.
A la luz del tiempo queda claro que aquel compromiso signado fue una escenificación de dirigentes y grupúsculos que dijeron que sí de dientes para afuera a una visión propuesta por institutos de investigación social. Diecisiete años después, siguen sin cumplirse muchos de los puntos en los cuales dijeron “creer”, entre ellos, el fortalecimiento del marco legal, institucional y logístico para que más empresas vengan a invertir. Si bien algunas compañías han asentado centros logísticos y plantas de manufacturas, el potencial guatemalteco da para mucho más.
De aquellos 24 partidos, algunos han hecho gobierno, otros han sido bisagras oficialistas, algunos más se han encogido, desaparecido o transmutado en otros sellos políticos con las mismas caras, a fuerza de desgastes, escisiones o simples conveniencias. Fácilmente se identifican altibajos y discordancias en las políticas de inversión y comercio de sucesivos Ejecutivos y Legislativos: no hay una estrategia de Estado, no existe una renovación integral de las leyes y de hecho hay vacíos irresueltos como la ley nacional de infraestructura, la de competitividad y la de comercio exterior, todas necesarias para despertar interés en los mercados internacionales.
Aunque ya no existan todos aquellos partidos que se comprometieron y no cumplieron con la agenda de consenso, quedan personajes que hoy están en otras canoas políticas con sus respectivas partidas de seguidores, a menudo enganchados no por convicciones y objetivos, sino por miopes ofrecimientos clientelares. Vale decirlo, porque esa sucesiva manera de hacer gobierno, negocio y transa ha sido la causante del deterioro institucional cuya ineficiencia, opacidad y anacronismo espantan inversiones, las cuales van a dar a países vecinos, incluso algunos que en algún momento parecían estar mucho peor que Guatemala, tal el caso de la inversión de la firma global Nike en Honduras.
No faltará un funcionario que afirme con aires de prócer haber atraído la instalación de una planta o de un centro de distribución en el país, pero para generar una transformación hacia la prosperidad sostenible se necesita sumar otros rubros al aparato productivo nacional, se debe potenciar el talento de jóvenes guatemaltecos en ciencia y tecnología para atraer la instalación de una compañía tecnológica global en el país, tal el caso de Intel que lleva dos décadas en Costa Rica. Emporios de los centros de llamadas llegan al país, pero amagan con irse debido a la falta de personas que dominen el inglés, sin que hasta ahora ningún gobierno responda con masivos cursos públicos. Los alcaldes prefieren poner wifi en un poste en lugar de crear escuelas de programación, y los candidatos saldrán en año y medio a repetir la perorata de crear empleos y “atraer inversiones” sin haber hecho su tarea desde hace más de tres lustros. Como colofón, cabe repetir el viejo axioma que aún muchos políticos no entienden: “Se deben hacer cosas diferentes para lograr resultados distintos”.