EDITORIAL
Populismo es una estafa cíclica que cobra vidas
Ya comienzan a sonar las primeras arengas de politiqueros sin argumentos ni escrúpulos que intentan fabricarse caballos de Troya con la intención de posicionarse mercadológicamente como supuestos amigos del pueblo, interlocutores del ciudadano y empáticos figurones que se creen empoderados por algún apellido de abolengo, por hacer autobombo de su paso por alguna dependencia pública o simplemente por ser perdedores, a menudo repetidos, de anteriores procesos electorales.
Ofrecen de todo, hasta honradez, una virtud que la gente identifica sin declaraciones ni eslóganes, pero es precisamente la insistencia lo que comienza a delatar la perorata demagógica. Los discursos y acciones populistas son cómplices de una misma estafa, querer dar la apariencia de algo que no se es y que no se ha sido, pero que de pronto se quiere vender en mítines, en redes sociales y también en discursos de campaña anticipada disfrazados de informe, supervisión, “inauguración de trabajos” y actividades de “formación política”.
Sin duda, hay ciudadanos y profesionales que con autenticidad y verdadero amor a la Patria evalúan la participación política. Se necesita de la renovación de cuadros en los partidos para que estos, a su vez, dejen de ser caparazones vacíos, para volver a ser instituciones de servicio, de interlocución cívica y de verdadera auditoría pública. Sin embargo, se enfrentan a los afanes de quienes ansían llegar a un cargo a cualquier costo, para buscar su propio beneficio o bien mantenerse en la curul o la comuna, para proseguir con una agenda divorciada de las auténticas necesidades de los votantes. Es precisamente en este punto donde el argumento populista se aguza, se disfraza y hasta suena bien intencionado.
A la mitad de la legislatura actual, es evidente la improductividad de los diputados y del oficialismo que, a pesar de tener mayoría, ha dejado de lado importantes iniciativas referentes a la competitividad, el desarrollo, la transparencia y la justicia. Un ejemplo claro es el vergonzoso atraso en la elección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia y salas de Apelaciones, pero también el rezago de la ley de aguas, la ley de competencia, una nueva Ley de Servicio Civil y una nueva norma de contrataciones del Estado.
Todos son temas de crucial importancia para el porvenir de la Nación; sin embargo, la gula clientelar y la falta de acervo los lleva a plantear iniciativas cortoplacistas y complacientes, como el despropósito de resarcir desfasadas demandas de exmilitares o de legislar acerca de algo que ya está regulado: facultar a la policía para defenderse en caso de agresión armada. En un caso quieren comprar votos con dinero ajeno y en el otro poder promocionarse como garantes de la seguridad, pese a que no han movido un dedo en favor de las víctimas de femicidio, de accidentes, de la violencia delictiva o de la desnutrición. Las prioridades están ahí, pero no se avistan en la babélica barahúnda de la 9a. avenida.
En la reciente elección de la Asociación Nacional de Municipalidades (Anam), hubo declaraciones referentes a priorizar el mejor interés de las comunidades en cuanto a infraestructura vial, de salud y servicios públicos. Sin embargo, siguen pululando salones sociales, polideportivos y pavimentaciones hechas sin haber arreglado primero drenajes o la distribución de agua. Pululan los afanes de erigir elefantes grises sobre los cuales poder pintar nombre y logo, en lugar de centrarse en escribir un capítulo digno, íntegro y visionario de la historia.