EDITORIAL
Prejuicios sociales son ignominiosos
De entrada, nuestro enérgico rechazo a cualquier forma de prejuicio social por etnia, sexo, nacionalidad, creencias espirituales o nivel económico, tan solo por mencionar algunas causas de este tipo de ideas que a su vez conducen a discriminación, agresiones y señalamientos infundados. El prejuicio es una suposición errónea, una predisposición para aceptar o rechazar a determinadas personas, grupos o ideas, con pretextos o incluso emociones que tienden a generalizarse y enraizarse sin fundamentos de juicio.
Desafortunadamente, en la historia se han producido y multiplicado prejuicios a partir de conclusiones precipitadas pero repetidas, a menudo bajo una apariencia de deducciones lógicas, lo cual no las hace verdaderas. Y si desde su propia explicación psicológica o filosófica ya se complica encontrar la hebra para desenmarañar este problema, resulta complejo desactivar esta clase de actitudes, pero justo ahí la importancia de una educación familiar y escolar centrada coherentemente en el valor de la dignidad de la persona, un bien innegable sobre el cual se fundamentan los demás.
Existen tantas situaciones que exponen el daño de los prejuicios, con efectos trágicos, tal el caso reciente del ciudadano estadounidense George Floyd que fue sofocado letalmente por un policía con la complicidad de otros agentes, quienes posiblemente prejuzgaron un supuesta culpabilidad de aquel corpulento afroestadounidense. La reacción para exigir justicia fue inmediata, pero a su vez se colaron otros prejuicios de grupos hacia las fuerzas policiales e incluso hacia entidades ajenas al conflicto, como las iglesias que fueron pintarrajeadas. Poco ayudaron los comentarios del presidente Trump que equipararon a los manifestantes con delincuentes, pero a su vez sus detractores le evalúan con nuevos prejuicios.
Otra tragedia: el 6 de junio se perpetró en público el asesinato contra el guía espiritual y naturópata q´eqchi´ Domingo Choc en San Luis Petén, un hecho deleznable cuya causa al parecer fue una venganza de los familiares de una persona cuyo deceso fue atribuido a la víctima de forma falsa y prejuiciosa. Choc desarrollaba una labor de investigación sobre plantas medicinales en colaboración con prestigiosas universidades. Los presuntos responsables ya fueron capturados y uno de ellos confesó las motivaciones. Sin embargo, desde que se difundieron los brutales videos del hecho comenzó una andanada de ataques en contra de iglesias cristianas al señalarlas como responsables de atacar a la espiritualidad maya, lo cual se aclaró que no era así.
El prejuicio es un gran peligro porque corre en una u otra vía a causa de la precipitación de conclusiones. Ninguna fe auténtica puede sostener ética o teológicamente la exclusión, la segregación, animadversión o la condena automática a quienes piensen distinto. Es necesario que los líderes repudien tales extremos.
Finalmente cabe señalar que el prejuicio suele ser explotado artificialmente, sobre todo en redes sociales, para inducir una polarización social que desvíe la atención sobre otros temas relevantes, a menudo con intenciones electoreras, protagonismos o como simple distractor. De esta cuenta se lanzan dicotomías prejuiciosas como “buenos y malos”, “comunistas y anticomunistas”, “ricos y pobres” “derecha e izquierda”, “nacionalismo contra injerencia extranjera”, que generan encendidas polémicas y acusaciones que a la larga no conducen a soluciones para los grandes retos como la desnutrición, la salud, el desarrollo y la competitividad, pero que sí se tornan el ambiente en un río revuelto en el cual pescan inescrupulosos grupos de aviesos fines.