EDITORIAL

Prevención no es alarma sino responsabilidad

Si bien la letalidad de los casos de coronavirus se ha reducido notoriamente, la severidad de los síntomas tiene diversos grados, desde molestias leves hasta cuadros agudos de tos, irritación de mucosas y agotamiento físico que nadie desea a otra persona, mucho menos a los seres queridos. Son varios los factores que intervienen en el marcado repunte de contagios que obliga a las autoridades de Salud a decretar nuevamente el uso obligatorio de mascarillas en espacios cerrados y abiertos a nivel nacional.

Tal medida no debería ser tomada como una imposición externa, sino como una exhortación a asumir una actitud de sentido común para la protección colectiva. En semanas anteriores ya no había obligación de usar cubreboca en espacios públicos, excepto en municipios bajo alerta roja; pero no hace falta llegar a tener esa condición para asumir una disposición a la defensa sanitaria común.

Por una parte, parece un retroceso respecto de los avances en el combate pandémico, pero dadas las lecciones brindadas por países que tuvieron similares repuntes, no debería existir mayor inconveniente por parte de la ciudadanía en retomar la utilización de mascarilla. Cabe resaltar que el aumento de casos incluye a personas totalmente asintomáticas, una de las características del covid-19 que más contribuyó a su expansión en anteriores olas. No se trata solo de no aspirar el virus, sino de no transmitirlo involuntariamente, en caso de ser portador. La progresiva normalización de actividades sociales, económicas, educativas, lúdicas y festivas debe proseguir. Usar la mascarilla constituye una molestia menor si se compara con otras restricciones que no han sido implementadas.

Por su parte, el Ministerio de Salud debería retomar las campañas educativas acerca de los beneficios de la inmunización y proseguir con la aplicación de primeras, segundas, terceras e incluso cuartas dosis, en el afán de mantener protegida a la población que sí ha tomado en serio este tema. En zonas donde prevalece la desconfianza, es posible utilizar la experiencia de millones de guatemaltecos que ya han sido vacunados.

Es notorio el descuido estatal en cuanto a la divulgación de los buenos resultados de la inmunización en voz de sus beneficiarios. El Gobierno y sus redes sociales allegadas, usualmente muy agresivos para difundir temas coyunturales de su interés o para atacar a críticos, no han aprovechado el enorme potencial que tienen las voces testimoniales. Los mismos síntomas secundarios, en caso de haberlos, pueden ser relatados para disipar miedos y desactivar animadversiones inducidas por grupos que manipulan dogmatismos, que acicatean rumores y que medran con el pánico colectivo. Se hace urgente reforzar la vacunación de escolares y animar a los padres de familia a asumir su responsabilidad.

Es de alguna forma paradójico y también curioso que en lugares como el Campo de Marte haya largas filas de vehículos de personas que acuden en busca de una prueba de diagnóstico de covid y muy pocos en la cercana área de aplicación de vacunas, sobre todo porque otros centros de inmunización ya fueron cerrados ante la poca demanda. La batalla contra el coronavirus aún no termina en Guatemala ni en el mundo. Hay avances, hay signos de esperanza, pero también hay una curva de casos en aumento. Es necesario atajarla entre todos, como una nueva muestra de unión y cooperación ciudadana ante la adversidad.

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