EDITORIAL

Rechazo a exhibición netamente electorera

Cuando sobreviene un desastre de la magnitud que alcanzaron las inundaciones y deslaves causados por las lluvias del huracán Eta, en el norte y oriente del país, es imposible no conmoverse ante el dolor de las familias por la pérdida de seres queridos, frente a la angustia de afrontar el daño y destrucción de viviendas y enseres, fruto de largos años de esfuerzo, y ante un panorama desolador, por la pérdida de productos agropecuarios en un entorno ya de por sí adverso como consecuencia de la pandemia.

La solidaridad de los guatemaltecos se pone de manifiesto en estas situaciones difíciles, a través de la donación de víveres, ropa, agua purificada, frazadas y otros útiles cotidianos, de manera totalmente desinteresada. En menos de 48 horas se lograron reunir toneladas de insumos que empezaron a ser
trasladados, también de manera altruista, por empresas de transporte terrestre y aéreo, que donaron sus recursos como un gesto de hermandad.

Al efectuarse este puente de ayuda, sobre todo para comunidades damnificadas de Alta Verapaz e Izabal, aconteció un lamentable accidente de avioneta, el domingo último. El piloto y copiloto fallecieron, una tragedia adicional que enluta a dos familias de guatemaltecos que solo intentaban llevar consuelo y aliento a compatriotas golpeados por la adversidad climática. Únicamente queda enaltecer su memoria como verdaderos héroes: procuraban el bien ajeno a través de su trabajo y no aspiraban a promoción personal alguna, porque su actuar obviamente se enmarcaba en valores de humanidad.

Es justo por esa generosidad espontánea de millares de guatemaltecos que resulta totalmente inaceptable y fuera de lugar toda actitud de protagonismo por parte de cualquier autoridad del gobierno central o de municipalidades, así como de diputados o potenciales aspirantes a cargos políticos. Es obvia la evidente intención de ciertos personajes de querer sacar partido del infortunio de otros y constituye una muestra del dudoso talante moral que los guía. Quieren propaganda elogiosa y por ello difunden fotografías en poses histriónicas. Promocionan su llegada a aldeas distantes, cuando en realidad no han terminado de atender a las comunidades de sus propios municipios. En su afán exhibicionista hasta aceptan ser criticados, para luego poder posar como supuestas víctimas.

Ninguna ayuda humanitaria puede ni debe ser promocionada con fines proselitistas, sobre todo si proviene de donaciones anónimas, fruto de una sincera caridad que no necesita presumirse. Si los insumos provienen del Estado, con mayor razón es inmoral que funcionarios de cualquier nivel enarbolen la bandera de serviciales, primero porque es su obligación atender a los ciudadanos y para ello devengan un sueldo, pero más importante aún porque tales bienes han sido comprados con los recursos de todos los tributantes.

Y si se diera el caso de que alguno de estos benefactores con cargo —o en busca de uno— argumente que compró de su bolsillo lo donado, entonces lo conveniente es aconsejarle que haga su obra sin bombos ni platillos, sin pretender alabanzas y mucho menos réditos electoreros. En todo caso, la misma ciudadanía ya está hastiada de estas actitudes netamente demagógicas, de populistas disfrazados de falsos samaritanos, pues en lugar de ayudar en silencio y sin presunción quieren llegar después a cobrarse con votos.

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