EDITORIAL
Reclamo de eficiencia en hospital no es ataque
Con lamentable frecuencia, funcionarios electos, directivos de instituciones públicas y empleados pagados por la ciudadanía ansían vítores, alabanzas e incluso agradecimientos líricos por desempeñarse con mediana eficiencia en los cargos que ocupan, cuando en realidad el cumplimiento de expectativas es una elemental obligación: primero porque muchos se postularon libremente para tales posiciones y segundo, porque en otros casos aceptaron de buen grado los nombramientos para dirigir instancias de funcionamiento y servicio.
Cuando se detectan fallas, carencias, procesos defectuosos, denuncias de usuarios o indicios de opacidad en el manejo de recursos, contratos o adquisiciones, los medios de comunicación independientes asumen la tarea de buscar explicaciones, cotejar datos y dar seguimiento a la evolución de situaciones. El único objetivo: servir a la ciudadanía con información verificada.
Mal ejemplo han dado sucesivos mandatarios que creen vivir aún en la década de 1930: sus asesores y allegados les venden barata la idea de que por inaugurar unas cuadras de asfalto o cortar un ancho listón en una reconstrucción cosmética serán recibidos con aplausos, cual émulos de Jorge Ubico. No maduran los politiqueros y siguen soñando con bucólicas escenas en las cuales se ven cual beneméritos decorados con flores. Esta expectativa suele contagiarse en diversos cuadros de gobierno, que piensan en función de cuadrantes políticos y no en las vidas que su trabajo implica. Es entonces cuando muchos funcionarios se enervan al ser cuestionados por deficiencias: suben de tono sus respuestas, invocan conspiraciones, se dicen víctimas de ataques arteros y endosan culpas, con lo cual se comprueba su falta de madurez y posiblemente de idoneidad.
En un arranque hepático, ayer el director del Hospital General San Juan de Dios, doctor Gerardo Hernández, arremetió contra una periodista de Prensa Libre y Guatevisión, a quien señaló de “perseguirlo” por supuestas cuestiones personales y le endilgó la publicación de notas referentes a la falta de medicamentos que aqueja a dicha institución desde el año pasado. También confrontó públicamente a una paciente de cáncer que se atrevió a denunciar la falta de fármacos. El médico acusó a Prensa Libre y a Guatevisión de haber expuesto a la paciente, pero ella misma le aclaró al fúrico directivo que buscó el apoyo de la prensa ante la desesperación de no obtener el tratamiento. Habló en nombre de quienes padecen en silencio. La conferencia de prensa había sido convocada para presentar un tema “positivo”, pero la queja de la paciente le puso nombre propio a una realidad innegable y dimensionó una prioridad ineludible.
Fue así como salió a luz un hecho indignante: el hospital compró medicamentos oncológicos de mala calidad. Las excusas sobran y los pretextos resultan absurdos porque hay guatemaltecos sentenciados a morir por este tipo de juegos de precios, tardanza en licitaciones o sabotajes a los contratos abiertos que venían funcionando de buena manera. La historia ha probado que las ambiciones de oscuros grupos se han valido de manipuleo, fragmentación y amaño de las compras para amasar fortunas a costa de muertes.
No existe plan ni intención de dañar la imagen del médico Hernández ni de ningún funcionario, pero son los resultados los que hablan y las carencias de fármacos llevan más de seis meses. En Prensa Libre y Guatevisión nos debemos a Guatemala y los guatemaltecos, por lo que seguiremos informando sobre los servicios en los cuales la ciudadanía, literalmente, confía su vida.