EDITORIAL
Reinserción es deseable, pero inserción es mejor
El Conjuve debe ser reinventado y descentralizado.
Para noviembre próximo está previsto el inicio de un paulatino traslado de menores en conflicto con la ley desde los centros correccionales Gaviotas y Gorriones hacia las instalaciones remodeladas del antiguo Hogar Seguro Virgen de la Asunción, como parte de un plan de transformación del actual modelo. Es un ambicioso proyecto que busca pasar del paradigma punitivo a uno de reorientación cognitiva, generación de oportunidades, formación de potenciales y reinserción de jóvenes en la sociedad en la cual cometieron un delito.
Los resultados de los recintos con rejas, calabozos y castigos no son buenos, pues por lo regular generan más resentimiento, acicateado por integrantes de pandillas sentenciados por robos o extorsiones, que a menudo comparten espacio con adolescentes recién llegados por faltas. Es así como dichos centros se convierten en secundarias del odio y el crimen, en vez de rescatar vidas de la perdición. Sí, existen personas y sectores que exigen mano dura contra los delincuentes menores de edad, sobre todo los involucrados en hechos armados o asesinatos, que si se observan cifras, son minoría.
El proyecto es impulsado por juzgados de la Niñez y la Secretaría de Bienestar Social, que esperan contar con asesoría internacional. Pero también exige la contratación de personal especializado en el tema, con plena convicción del potencial de los jóvenes, así como un registro fiable y sistematizado de las circunstancias familiares y comunitarias de donde proviene cada persona. Esto conlleva, desde luego, una clasificación estricta entre los adolescentes sentenciados por primera vez y los reincidentes. Se requiere también de una estrecha colaboración y responsabilidad de las familias o mentores.
La reinserción social y familiar de menores es un proceso deseable, idealista y digno de apoyo, pues se trata de futuros ciudadanos que quizá no han tenido la oportunidad de estudiar, desarrollar su potencial o de contar con modelos aspiracionales de conducta a causa de la ausencia de uno o ambos padres. Por ello resultan incluso más importantes y estratégicos los abordajes preventivos para insertar en la sociedad a los jóvenes antes de que sean captados por redes criminales que explotan resentimientos, temores y vacíos existenciales subsanables.
Esta misión abarca a la sociedad en su conjunto. Por desgracia, entre los infractores no solo hay huérfanos o hijos de familias desintegradas sino también jóvenes con padre y madre, que acaban en las garras de adicciones, malas compañías y ocios destructivos. Extrapolando una vieja reflexión de valores se puede preguntar, sin ofender, a cada padre o madre de familia: ¿dónde está su hijo o hija a esta hora? Y de la misma respuesta se determina el compromiso que se tiene sobre su bienestar, que en una gran mayoría es alto y coherente.
El enfoque preventivo va más allá de lo gubernamental y debería ser un movimiento nacional encabezado por maestros, directores de planteles, guías religiosos, líderes comunitarios, padres de familias, deportistas y profesionales destacados para propiciar espacios de diálogo, oportunidades de educación y recreación. Allí entraría el papel del Estado a través del Consejo Nacional de la Juventud, que hasta ahora solo ha sido nicho de clientelismos, pago de favores políticos y manejos sucios de fondos. El Conjuve debe ser reinventado y descentralizado para convertirse en un centro de cultivo de liderazgos y talentos en ciencias, artes, deporte y ciudadanía integral.