EDITORIAL

Se debe velar por los más vulnerables

Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil, reza una máxima del filósofo escocés Thomas Reid (1710-1796), que ha sido empleada en diversos campos prácticos como administración de negocios, dinámica de equipos, cadenas de suministro o estructuras organizacionales, y por eso viene a colación en un momento crítico para el país, a causa de las secuelas de los huracanes Eta e Iota, que aún tienen a cientos de familias sin hogar y que destruyeron cultivos, un factor que ya comienza a reflejarse en el relativo encarecimiento de algunos productos, ya sea por efecto directo de las dificultades de aprovisionamiento o, peor aún, por factores especulativos.

Todavía no se termina de efectuar una cuantificación rigurosa de las pérdidas, pero las proyecciones no son nada halagüeñas, sobre todo de cara a la segunda cosecha de maíz y frijol. También han resultado afectadas algunas áreas de cultivo de hortalizas, lo cual podría incidir en la disponibilidad inmediata de algunas de ellas en los mercados cantonales, pero a la vez puede convertirse en un detonante de alzas de precios.

Es precisamente este efecto en los bolsillos de los consumidores lo que debe centrar la atención de las autoridades de Economía y Agricultura, en el sentido de establecer y divulgar un monitoreo diario de producción, transporte y precios, para evitar cualquier aprovechamiento indebido que golpee, sobre todo, a los sectores de escasos recursos económicos, los cuales constituyen ese eslabón más débil pero no menos importante del entramado social del país.

Asimismo, se debe tomar en consideración que muchos agricultores afectados están en el rango de micro y pequeños productores; en otros casos se trata de familias campesinas que cultivan la tierra a nivel de subsistencia, por lo cual su nutrición y su vida misma están amenazadas de no proveérseles asistencia humanitaria y de recuperación: otro de los eslabones vulnerables pero insoslayables en el plano de un Estado democrático. Quiché y Alta Verapaz, de fuerte actividad agropecuaria, se encuentran entre los departamentos más afectados por las crecidas, inundaciones y deslaves. Todavía hay comunidades prácticamente aisladas que se hallan en inminente desabastecimiento de productos de primera necesidad. El escenario es aún más complicado para quienes fueron evacuados.

Esta situación es complicada para las familias que fueron evacuadas y se encuentran en albergues, dependientes de los suministros de emergencia gubernamental o bien de donaciones efectuadas por ciudadanos y organizaciones. Apenas el fin de semana último, entidades como el Aeroclub de Guatemala hacían apremiantes llamados a continuar aportando víveres en los centros de acopio. En algunos albergues se empieza a registrar escasez de alimentos o de insumos como papel higiénico, pañales desechables y cobijas, pues muchas familias perdieron todas las pertenencias que poseían.

Es, por lo tanto, inhumano que se pueda dar espacio a cualquier juego especulativo que termine de complicar la dramática situación de muchos guatemaltecos. En todo caso también se deben evaluar permisos para el ingreso ágil de contingentes de granos, cereales u otros productos alimenticios, con el único fin de asegurar no solo la sobrevivencia, sino la recuperación de las comunidades impactadas por desastres climáticos.

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