EDITORIAL

Semillas de futuro

El camino al desarrollo pasa por la generación de oportunidades, la multiplicación de sonrisas y la apertura de caminos de realización vocacional para cientos, miles, decenas de miles de niñas que llegarán a ser profesionales, lideresas o madres de familia, con una inspiración vital que nace a partir de esfuerzos benéficos que buscan romper ciclos de pobreza, de violencia o la falta de recursos para continuar estudios de primaria, secundaria, diversificado y universidad.

En este 11 de octubre, Día Internacional de las Niñas, es necesario resaltar el enorme aporte efectuado por organizaciones no gubernamentales, fundaciones y proyectos educativos religiosos en diversas localidades de todo el país: la escuela Talita Kumi, en Alta Verapaz, por ejemplo, ha marcado la diferencia para cientos de jóvenes kekchíes por más de un cuarto de siglo; la campaña Niñas con Igualdad, de Plan Internacional, fomenta el liderazgo y capacidades de las jóvenes como vía para mejorar el futuro comunitario; Fundaniñas, creada por la recientemente fallecida empresaria y filántropa Isabel Gutiérrez de Bosch, rescata a menores víctimas de violencia o en conflicto con la ley, para darles techo, comida, educación y un propósito vital.

La escuela Maia, en Sololá, es otro de esos esfuerzos por posibilitar la independencia económica y la expansión del talento de jóvenes mayas, con el apoyo de guatemaltecas y voluntarios de varias nacionalidades. La Villa de las Niñas, impulsada por las Hermanas de María, constituye otro aporte en busca de marcar un parteaguas, no solo en las vidas personales, sino también en el potencial productivo del país. Otras congregaciones religiosas, como las Hermanas de Marta y María o las monjas del Hogar Nuestra Señora Consoladora, desarrollan labores similares en favor de pequeñas que sufren orfandad o fueron víctimas de violencia.

No alcanzaría este espacio para citar todos los proyectos dedicados al rescate de niñas y adolescentes. Existen variantes en metodología, pero puede subrayarse un objetivo común: posibilitar un cambio nacional a través de mujeres capacitadas, conscientes de todos sus derechos y motivadas para asumir emprendimientos económicos, sociales y culturales que rompan el círculo vicioso de la pobreza, los prejuicios y la exclusión. La mayoría de iniciativas de este tipo se sostiene con donativos, bazares, rifas y actividades que se han visto afectadas por las suspensiones sanitarias. Pero siempre es posible ayudar a quienes ayudan.

Pese a ello, es necesario resaltar que la mayoría de esos esfuerzos se efectúan sin boato ni propaganda, cosa que no se puede decir de ciertos programas gubernamentales que a menudo buscan bombo, platillo y hasta rédito político solo por hacer lo que les toca. Es triste decirlo, pero la discontinuidad, la falta de recursos y las incoherencias de prioridades, gobierno tras gobierno, han dificultado la implementación de un programa sostenido de rescate y capacitación educativa para niñas de áreas en precariedad, tales como el Corredor Seco. Es buen tiempo para que el actual gobierno se centre en este tipo de prioridades de largo plazo, que marcan vidas y futuros, porque invertir en las niñas es cimentar las capacidades educativas de las guatemaltecas que mañana darán vida a un nuevo porvenir.

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