EDITORIAL

Un gran honor

Desde el mismo momento en que se anunció que el obispo guatemalteco Álvaro Ramazzini Imeri pasaría a formar parte de Colegio Cardenalicio de la Iglesia Católica, por decisión del papa Francisco, se desataron expresiones de genuino júbilo, esperanza y enhorabuena por tan grande honor espiritual que a la vez tiene un revuelo social y político, debido al papel que juegan los purpurados como asesores y colaboradores del Sumo Pontífice.

Así también hubo algunas manifestaciones de descontento y descalificación, debido a que dicho prelado guatemalteco ha sido una figura protagónica en varios temas relacionados con la migración, el campesinado y la defensa de los derechos humanos.
Más allá de las animadversiones y las controversias que pueda suscitar la figura de Ramazzini, es innegable que sus pronunciamientos públicos, sus acciones e iniciativas lo han convertido en un protagonista clave de la historia nacional. La claridad con la que expone sus críticas a las disparidades del desarrollo puede resultar incómoda para quienes buscan una iglesia confinada a los templos y ausente del debate de realidades terrenas, ante las cuales los cristianos están llamados a ser sal y luz.

Desde la diócesis de San Marcos, primero, y actualmente de Huehuetenango, este obispo ha reiterado los llamados, desde una visión de fe, a un diálogo nacional en el cual se aborden de manera asertiva los apremiantes retos nacionales. Es posible que se den diferencias en el abordaje de una problemática tan prolongada y dolorosa que se refleja a diario en fenómenos como la desnutrición infantil, la violencia contra las mujeres y las familias, el desempleo, la conflictividad y, últimamente, el éxodo de migrantes, los cuales han sido denunciados por Ramazzini como efectos de la incapacidad de sucesivos gobiernos de proponer alternativas viables para generar empleo y manejar con transparencia los recursos del Estado. Tal asertividad en la expresión pastoral puede convertirlo en figura incómoda, pero sin duda es una voz clave en conjunto con la Conferencia Episcopal.

En varias entrevistas, el ahora cardenal Ramazzini, el tercer guatemalteco elevado a esa calidad, pone una vez más, con humildad, su vida al servicio de su patria y de la Iglesia. No se trata de discursos políticamente correctos ni de abstracciones generalistas, puesto que su personalidad lo ha llevado a encabezar varias iniciativas de entendimiento.

La más reciente de estas misiones exitosas fue la firma, el 8 de noviembre de 2018, del Acuerdo para la Paz y el Desarrollo de San Mateo Ixtatán, Huehuetenango. Dicha región vivió tensos episodios y violentos incidentes por varios años, a raíz del rechazo a la instalación de una hidroeléctrica en Ixquisis. Ramazzini fue el mediador clave de un proceso que llevó a sentarse en la misma mesa a líderes de 23 comunidades, empresarios, autoridades municipales y también del Ejecutivo. Todos asumieron compromisos con una visión de concordia y beneficio común, mediante un convenio sencillamente histórico en el cual fue clave la voz conciliadora de un impulsor de la paz como única vía al progreso y de la fe manifestada con obras.

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