EDITORIAL
Un terremoto arrasó con el Insivumeh
El terremoto de 1976, tragedia nacional de la cual hoy se conmemoran 46 años, dio pie a la creación del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh). Paradójicamente, otro terremoto, pero institucional, con graves réplicas de mediocridad, amiguismo y corrupción, tiene a dicha entidad científica, vital para el pronóstico de fenómenos telúricos y atmosféricos, en total deterioro, sin recursos suficientes para su funcionamiento y con una nómina contaminada con plazas dudosas, lo cual deja una cauda de escasos expertos, equipo deteriorado y hondas grietas de continuidad en sus servicios.
Para continuar un poco más con la metáfora, la devastación de la entidad fue causada por un enjambre sísmico de decisiones erráticas, imprudentes, antitécnicas y politiqueras que fueron regateando los fondos de funcionamiento. Basta ver el presupuesto asignado para este año, al cual se le recortaron Q26 millones en relación con el del 2021, cuando ya se le habían restado Q20 millones: un reflejo de la miopía, desconocimiento o estulticia de los diputados que tijeretean a su sabor y antojo el gasto de entidades de servicio, so pretexto de escasez de recursos, pero que se recetan opíparos incrementos para inútiles burocracias legislativas y almuerzos gratuitos.
Sucesivas autoridades del Ministerio de Comunicaciones tampoco quedan exentas de responsabilidad en este ninguneo, pues deberían defender a capa y espada el sostenimiento de los programas de monitoreo a cargo del Insivumeh, dependencia clave en un país que se encuentra entre los más vulnerables del planeta a los desastres climáticos, que se asienta en la cordillera de fuego y que ha padecido mortíferos eventos.
Como consecuencia de este abandono, Guatemala se encuentra en el penúltimo lugar de Centroamérica en materia de Políticas Públicas en Gestión de Riesgos de Desastres, según la clasificación elaborada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), toda una vergüenza histórica que recae sobre las administraciones que privilegian el clientelismo sobre la excelencia profesional, que apuestan por el pago de deudas electoreras aunque ello sea una zancadilla para la ciencia, la tecnología y la investigación.
De muy poco sirven los simulacros que arme la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres, por más teatrales que sean, si en la institución clave para el estudio técnico de riesgos hidrológicos, vulcanológicos, tectónicos y climáticos existe todo un simulacro de funcionamiento, pues solo así se puede calificar el hecho de que únicamente se monitoreen los sismos en horario de oficina.
Se necesita una reingeniería del Insivumeh, sí. Se requiere de una evaluación de capacidades y aptitudes del personal, por supuesto. Es urgente abrir, con la cooperación internacional, oportunidades de especialización y equipamiento, sin duda alguna. Esta carencia fue la que intentó aprovechar una gavilla de inescrupulosos, ya detenidos, cuya cabeza sigue pendiente de investigación y captura. Tal procesamiento forma parte de los antecedentes concretos que deberá aportar el Organismo Judicial para dejar de contribuir con este desmantelamiento doloso. Guatemala necesita, merece y demanda un sistema completo, integral y funcional de monitoreo sísmico, de caudal de ríos y detección de disturbios atmosféricos. Para eso pagan sus impuestos los ciudadanos, para que la ciencia pueda darles horas o quizá minutos para ponerse a salvo de un desastre.