EDITORIAL

Una meta nacional

Cualquier calificativo se queda corto para describir la sonrisa de una persona que consigue escribir por primera vez su nombre o leer una carta que antes era solo un conjunto de símbolos ajenos: es un momento de enorme dignidad alcanzado gracias a la decisión personal de aprender, pero también a las personas o instituciones que perseveran en el esfuerzo de erradicar el analfabetismo del país.

Según cifras oficiales del 2016, las más recientes disponibles en esta área, existen al menos 1 millón 200 mil jóvenes y adultos que no saben leer ni escribir. Es probable que la misma haya descendido, pero aún no se ha logrado declarar a Guatemala como país totalmente libre de esta condición que no solo priva de la facultad de comunicación escrita: también limita las oportunidades de empleo y superación a quienes aún la viven.

Los departamentos donde mayor prevalencia de analfabetismo se registra son Alta Verapaz, con 183 mil personas; ciudad de Guatemala, con 163 mil; le siguen Quiché, con 153 mil y Huehuetenango, con 145 mil.
La meta del Comité Nacional de Alfabetización (Conalfa) para el 2021 es reducir el analfabetismo a solo un 4% de la población, pero conseguirlo no es solo cuestión de enseñar números y letras a personas adultas, sino asegurar la permanencia total de niños y niñas en la escuela primaria, pues la deserción escolar es uno de los factores que paulatinamente añade miles de analfabetos por año.

Son loables los aportes de la iniciativa privada, tales como el proyecto ABCero Analfabetismo de la Fundación Ramiro Castillo Love, que junto a Conalfa se enfocan en brindar docentes, clases, materiales didácticos y textos en 12 municipios de El Progreso, Chiquimula y Jalapa. Para este año, la meta es de más de ocho mil 900 participantes, en 721 grupos.

Los ciudadanos particulares también pueden contribuir a esta noble causa con donaciones a iniciativas alfabetizadoras, pero también se puede ejercer el voluntariado a través de Conalfa, una tarea en la cual potencialmente se pueden involucrar estudiantes de Magisterio o de carreras universitarias.

Desde 1965, cada 8 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Alfabetización, que surgió para crear conciencia y solidaridad sobre las causas y efectos de esta situación que nace a la sombra de la pobreza y, peor aún, la prolonga si no se generan oportunidades de aprendizaje. Esto es especialmente dramático en regiones donde las niñas son obligadas a desarrollar oficios domésticos o a cuidar a sus hermanos menores, lo cual las obliga a dejar los estudios y cuando se convierten en madres la espiral de subdesarrollo sigue en descenso.

También cabe destacar que desde el 2017 esta jornada internacional también promueve la alfabetización digital. En un entorno interconectado, con tantas transacciones en línea, uso de tecnología en empresas y comunicación mediante dispositivos ya no basta con el solo hecho de leer y escribir, sino que se hace necesario fomentar la comunicación comprensiva, la lectura deductiva y juicio crítico, a fin de abrir puertas a mejores oportunidades de trabajo, pero, sobre todo, un espíritu anuente a nuevos aprendizajes que impacten positivamente en la sociedad.

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