EDITORIAL

Urge enseñar a leer

Entre los logros iniciales de todo aprendizaje escolar se encuentran el desarrollo de habilidades perceptivas, la identificación de conceptos, razonamiento numérico y, por supuesto, el progresivo conocimiento lectoescritor, cuya progresión es fundamental para la asimilación de posteriores conocimientos. No de balde se considera la lectura como uno de los requisitos culturales y sociales fundamentales para el desarrollo de la persona.

Hace más de tres lustros, el Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (Pisa) definió la lectura como la “capacidad de comprender textos, evaluar informaciones, construir hipótesis y aprovechar conocimientos… es la capacidad no solo de entender un texto, sino de reflexionar sobre el mismo a partir del razonamiento”. Sin embargo, en muchos países los niveles de lectura como hábito se encuentran estancados, lo cual a su vez hace improbable el éxito de las tareas educativas, pues a menudo el acto de leer se toma como un castigo y no como un camino de creciente plenitud personal.

Las dificultades acarreadas por el distanciamiento físico preventivo de la pandemia acentuaron la necesidad de la autogestión del aprendizaje a través de materiales didácticos distribuidos mediante guías impresas o digitales. Pero si en casa no existe la cultura de lectura, es difícil que dicho proceso fructifique. Si las lecturas son a marchas forzadas, si la televisión y los videojuegos consumen la mayor parte del tiempo de niñez y juventud, el aprendizaje y su asimilación quedan de lado.

Existen, por supuesto, muchas personas y grupos que desarrollan actividades de lectura y discusión de toda clase de textos, desde políticos hasta literarios, desde pedagogía hasta religión. Así también hay familias en las cuales el libro, impreso o digital, tiene un valor preponderante como ingrediente para potenciar la creatividad, el intelecto y la capacidad de diálogo. Desafortunadamente, la brecha de no lectores sigue siendo grande y solo se puede cerrar leyendo. Si los padres no dan ejemplo de dedicar tiempo a la lectura de forma voluntaria, libre y placentera, ¿quién podrá servir de modelo a los hijos?

Pero la consecuencia más grave se encuentra en las ulteriores dificultades de atención, aprendizaje y elaboración de razonamientos en etapas educativas como el diversificado y universidad. Hasta 2019 y ya con cierta mejora respecto de años anteriores, solo 37 de cada cien graduandos contaba con una comprensión lectora aceptable. La causa del problema la conocemos, y sus efectos son incalculables, pero ampliamente perceptibles en el vocabulario y la capacidad expresiva de muchos jóvenes.

En una película de 1995 titulada Johnny Mnemonic se aludía a un futuro distópico en un supuesto año 2021, en el cual existía la posibilidad de insertar enormes volúmenes de conocimiento en el cerebro de una persona, bibliotecas completas. Sin embargo, fuera de tales ficciones fílmicas, la mente humana solo puede adquirir conocimiento a través de las experiencias sensoriales, del lenguaje verbal, de aprendizaje en aulas, a todo lo cual se suma, como herramienta constante y transversal, la lectura. Por lo tanto hay que volver a enseñar a leer y aprender de nuevo a leer con alegría.

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