EDITORIAL

Vacunación es libre pero sobre todo responsable

Con 15 mil muertos por coronavirus, al menos según los datos oficiales, es evidente el impacto de la pandemia, que ha enlutado a familias y comunidades. La pérdida de vidas por covid-19 supera las cifras de los accidentes de tránsito o de la violencia. Por ahora, el ritmo de contagios ha descendido, gracias a las medidas sanitarias preventivas pero también al avance de la vacunación, especialmente en la zona metropolitana y áreas urbanas departamentales, aunque dicho proceso todavía no alcanza niveles óptimos, debido al marcado abstencionismo sanitario de ciertas regiones y grupos de población.

Aproximadamente, uno de cada cuatro guatemaltecos tiene el esquema completo de vacunación a más de seis meses de haber comenzado el proceso, fuertemente afectado por la incertidumbre del secreto contrato de dosis rusas pagadas al contado y recibidas por entregas. Sin las donaciones de varios países, mayoritariamente Estados Unidos, la demora sería aún mayor. A través de la frase ¡Vacunas ya!, Prensa Libre ha informado sobre las novedades, contratiempos y avatares de la inmunización, en el entendido de que se trata de un tema de vital importancia para la salud pública y el porvenir nacional.

Existen grupos de población que rehúsan vacunarse por distintos motivos, los cuales se pueden clasificar en dos sectores: quienes rechazan el procedimiento debido a prejuicios, rumores infundados, animadversión hacia todo lo que tenga que ver con el oficialismo o desinformación de diversos grados; y el segundo, que podría denominarse como objetores de conciencia, ya sea por creencias religiosas o alguna postura ideológica.

La vacunación en Guatemala es voluntaria, y en Prensa Libre respetamos el derecho de cada ciudadano a decidir sobre la mejor forma de proteger su integridad personal. En algunos casos se han presentado reacciones secundarias como fiebres, dolor de cabeza o molestias corporales pasajeras tras la primera o segunda dosis, pero hasta ahora no se reporta oficialmente ninguna consecuencia letal y, por el contrario, es notoria la baja de contagios graves.

Por protocolos estipulados en ley, todo recipiendario de vacuna firma una declaración de consentimiento que exime de responsabilidad al Estado y al proveedor del fármaco, pues se trata de medicamentos de lanzamiento relativamente reciente a causa de la misma premura generada por la emergencia sanitaria. Hasta el momento, 8.5 millones de guatemaltecos han recibido al menos una dosis, y eso debería motivar si quiera dudas sobre prejuicios difundidos incluso por personas que tienen algún papel de liderazgo comunitario.

Quienes invocan razones religiosas para no vacunarse tienen derecho a hacerlo, pero deben examinar integralmente las implicaciones éticas de su credo, sobre todo si se dice cristiano. Exponerse a sufrir una infección de covid-19 sin estar vacunado pone en riesgo a todo el núcleo familiar y también a la comunidad cercana. La fe es un regalo y un tesoro que en ningún momento peligra por aceptar inmunizarse. En todo caso, se debe reflexionar sobre cuántas vacunas para otras enfermedades existen y se administraban antes de la pandemia. Muchos fallecidos por covid-19 no alcanzaron a tiempo inmunizarse, ya porque no existía el fármaco o por los atrasos estatales, pero, sin duda, buena parte de ellos habría querido tener una opción para quedarse con sus seres amados un tiempo más.

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