EDITORIAL

Valiente postura en foro continental

Cuando la democracia y las garantías del estado de Derecho se defienden con total convicción no hace falta elevar la voz ni asumir poses demagógicas. Es por ello que cobran tanto valor las intervenciones vehementes pero serenas de los presidentes de Uruguay y Paraguay, en la reciente cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), efectuada en México y durante la cual los dos mandatarios mencionados cuestionaron los regímenes dictatoriales y las afrentosas políticas represivas de Venezuela y Cuba.

“Mi presencia en esta cumbre en ningún sentido ni circunstancia representa un reconocimiento al gobierno del señor Nicolás Maduro. No hay ningún cambio de postura en mi gobierno, y creo que es de caballeros decirlo de frente”, dijo el mandatario paraguayo, Mario Abdo Benítez, en un foro que fue creado hace una década para tratar de opacar el papel de la Organización de Estados Americanos y aglutinar, con cierta vehemencia, a polémicos gobiernos del continente cuyo deterioro institucional se debe en gran parte a que siguen líneas izquierdistas antidemocráticas.

Luis Lacalle Pou, presidente uruguayo, profundizó el señalamiento de viva voz ante todos los mandatarios: “Cuando uno ve que en determinados países no hay una democracia plena, cuando no se respeta la separación de poderes, cuando desde el poder se usa el aparato represor para callar las protestas, cuando se encarcelan opositores, cuando no se respetan los derechos humanos, nosotros en voz tranquila pero firme debemos decir con preocupación que vemos gravemente lo que ocurre en Cuba, en Nicaragua y en Venezuela”. Por supuesto, su pronunciamiento desató la ira de dos de los aludidos.

Tanto Maduro, de Venezuela, como Miguel Díaz Canel, de Cuba, increparon a su homólogo. El primero reclamó día, hora y lugar para un supuesto debate acerca de la democracia, reto que fue obviado debido a que más parecía un ardid retórico. Mientras tanto, Díaz-Canel, quien recientemente reprimió manifestaciones ciudadanas pacíficas en su país, le echó en cara a Lacalle que al menos 700 mil uruguayos habían firmado una petición para que diera marcha atrás en un paquete de medidas económicas. Lacalle no se resbaló en la cáscara, y le respondió con sorna: “Sí hay algo que es cierto: en mi país, por suerte, la oposición sí puede recolectar firmas y tiene resortes democráticos para quejarse. Esa es la gran diferencia con el régimen cubano”.

Del resto de mandatarios nadie más acuerpó verbalmente los llamados. El presidente de México, Andrés López, señaló al final que consideraba las diferencias manifestadas como parte de la “diversidad democrática”, un eufemismo políticamente correcto con el cual se lava las manos de reclamar cambios sustanciales en los países cuestionados, sobre todo porque tales críticas vienen desde hace años, a causa de sus ataques y bloqueos al derecho de libre organización política, libre expresión y a la propiedad privada.

Cabe decir que la Celac busca aprovechar los espacios que la Organización de Estados Americanos ha dejado descuidados, ya sea por silencios, tibiezas o posturas ambiguas, pero este carácter alternativo no debería constituir un tácito aval a la continuidad de regímenes autoritarios e intolerantes. La fuerza de la unión continental radica en la coherencia de postulados y acciones, no solo en discursos o declaraciones sin mayor novedad, como la que presentó Guatemala.

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