EDITORIAL

Valioso bono de talento

Es la época de clausuras escolares y graduaciones. Ciclos que se cierran y dan paso a otros. Alegría, abrazos, felicitaciones de padres, hermanos, abuelos. Adiós a maestros, a compañeros de clase y desvelos. Niños que pasan al siguiente año de primaria, jóvenes que entran al último grado de diversificado y otros que obtienen un título de bachillerato, perito en alguna disciplina o magisterio. El camino se abre con la ilusión de los años juveniles hacia un nuevo desafío universitario, que a menudo se comparte con una jornada laboral para poder pagar una carrera.

Existe muchísimo talento en aulas de institutos públicos y también en establecimientos privados, en donde los padres de familia a menudo han hecho grandes sacrificios para poder proveer a sus hijos de una carrera que les permita insertarse productivamente. Existe ya una diversificación técnica ocupacional que abre puertas al emprendimiento personal, pero aún es incipiente. Guatemala es un país de emprendedores, eso ha sido confirmado por estudios a nivel mundial, pero la sobrevivencia de las micro y pequeñas empresas queda sujeta a avatares del mercado o situaciones administrativas para las cuales no existe todavía suficiente capacitación.

En áreas que podrían considerarse más convencionales y básicas, como la comprensión lectora y la habilidad matemática hay rezagos preocupantes. Solo uno de cada 10 graduandos logra superar los exámenes numéricos de la Dirección General de Calidad Educativa del Ministerio de Educación. En lectura, siete de cada 10 graduandos no tiene la suficiente calidad para analizar y deducir contenidos escritos. En una década se han dado algunas mejoras, pero la progresión es demasiado lenta para un mundo tan competitivo.

Cada año se suman más de cien mil jóvenes al mercado laboral del país. No existen datos certeros sobre la cantidad de nuevas oportunidades laborales disponibles, pero es seguro que la cifra es inferior a la creciente demanda. La posibilidad de contratación se dificulta aún más cuando los aspirantes no tienen las competencias pertinentes, tales como adecuado manejo de recursos informáticos, programación o dominio del idioma inglés, que constituye un enorme valladar. Países como Costa Rica o Colombia han desarrollado fuertes inversiones para duplicar la cantidad de personas bilingües, a fin de ganar terreno en el mercado de centros de llamadas, por ejemplo.

Se necesita una mayor apuesta por la educación científica y tecnológica; no basta presumir de aumentar días de clase si no hay mejoras cualitativas. Además se necesitan más becas universitarias para estudiantes talentosos pero de escasos recursos, mejores programas públicos de impulso a la ciencia y la tecnología, una secretaría que figura dentro de las más relegadas, pese a que debería ser punta de lanza de una estrategia de futuro. Pero para eso se requiere de un liderazgo ético, de una visión integral y de un plan que involucre a todos los sectores económicos, productivos y académicos. Es una oportunidad para el nuevo equipo de gobierno, que no debe perder tiempo en reclamar elogios, sino aprovechar desde ya el potencial del bono de juventud que egresa de los planteles con grandes sueños e ingentes retos.

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