EDITORIAL

Van 32 años del anodino e inservible Parlacén

Tal como estaba hace cuatro años y como hace ocho, 12, 16 y así hasta llegar a 1991, año de su instalación, el Parlamento Centroamericano sigue siendo una entidad ociosa, inoperante, anodina, cuya estéril existencia solo consume recursos de los contribuyentes, favorece inmunidades cuestionables y, sobre todo, alimenta clientelismos politiqueros que los partidos aprovechan para consentir a sus allegados.

El Parlacén surgió de un ideal, de una buena intención, pero su mal diseño institucional y la descomposición política lo convirtió muy pronto en un total despropósito que prolonga vegetativamente su existencia sin ningún beneficio efectivo, debido al carácter no vinculante, por no decir, inútil, de sus resoluciones y posturas. En sus informes de labores no hay sino unas cuantas resoluciones, reuniones protocolarias, eventos más bien sociales y ninguna rendición de cuentas sobre sus gastos.

Su brújula está tan perdida, que ni siquiera son capaces de estructurar un pronunciamiento sólido respecto de graves situaciones ocurridas en los países miembros. Por ejemplo, no existe ni un solo pronunciamiento, ni siquiera una discusión, acerca de las graves y antidemocráticas violaciones de derechos humanos ocurridas en Nicaragua. De hecho, en el 2021, frente a críticas de la Organización de Estados Americanos, la delegación de dicho país amagó con exigir su retiro, pero ello nunca se concretó. Panamá también intentó salirse del mismo en el 2009, pero a los pocos años, regresó. Lo más curioso es que, de candidato, el empresario Ricardo Martinelli criticó a dicho elefante blanco, pero en el 2014 buscó por todos los medios montarse en él para obtener inmunidad, algo que al final no pudo conseguir.

En Guatemala, repetidos y también falsos han sido los ofrecimientos de politiqueros de retirar al país de tan improductivo foro. Sin embargo, continúan pululando las planillas de candidatos, incluyendo la del partido oficialista, encabezada por el ineficiente exministro de Desarrollo Raúl Romero, y como titular en casilla 1 va su progenitora, Sonia Segura. En la segunda casilla oficialista va la diputada Karla Martínez Hernández de Regalado, electa por el extinto partido UCN, señalado de narcotráfico; otros dos expartidarios figuran en otra planilla.

“O lo hacemos vinculante —al Parlacén— o va a seguir siendo intrascendente y Guatemala iniciará la ruta el año entrante para la salida, si los cambios no se dan”, dijo el 30 de septiembre del 2020 el presidente Alejandro Giammattei Falla en una plenaria virtual a los diputados de la entidad. Treinta meses después, es evidente que no hizo nada para procurar cambios y menos aún para buscar la salida. Tiene una curul asegurada, si decide aceptarla al finalizar su mandato, al igual que el vicepresidente.

En el 2019, el voto nulo o en blanco superó a toda opción disponible en las papeletas de diputados al Parlacén. El 33% de electores —alrededor de 1.7 millones— expresó su desacuerdo mediante consignas, críticas, rayones o simplemente sin marcar nada. El partido con más votos logró 633 mil y el segundo 298 mil. Su improductividad evidente, fuera de juntas y pronunciamientos a los que nadie presta atención, hace prever resultados iguales o peores de rechazo, en junio próximo. Lo más curioso es que ante tratados abusivos y desfasados que privan a los países de la posibilidad de retirarse, ningún funcionario argumenta la soberanía que sí se vocifera para otros despropósitos.

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