Editorial
Vendedores de lo ajeno
Lo que hace falta en Guatemala es contar con espacios más amplios y adecuados para mostrar esas joyas de la memoria nacional.
En 2019, una agencia francesa de subastas anunció la venta de un fragmento de una estela maya. Expertos reconocieron su procedencia: el sitio Piedras Negras, Petén, Guatemala. Pero no solo eso, se demostró que formaba parte de una pieza mayor, documentada en el país en la década de 1960. Por lo tanto, fue sacada ilegalmente de nuestro territorio. La casa suspendió la subasta y la coleccionista que poseía la pieza, en un gesto de dignidad e integridad, decidió entregarla a la Organización de Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (Unesco), que a su vez la devolvió a Guatemala en 2021.
No ocurrió lo mismo con la casa londinense Sotheby’s, que publicitó la venta de una máscara maya de jade, por un precio estimado de 400 mil a 600 mil libras esterlinas. A pesar del reclamo de Guatemala por la extracción ilícita de la pieza, procedente de Petén, en la década de 1970, la subasta se efectuó el 3 de julio último. Entre los datos presentados se decía que la ponía a la venta el “propietario”, quien la heredó como parte de una colección.
A finales del siglo XIX e inicios del XX, cuando la exploración de sitios mayas aún no se sistematizaba ni tenía mayor control por parte del gobierno guatemalteco, muchas piezas salieron bajo permisos estatales y nunca volvieron. Dinteles, códices, vasos, platos, figurillas, estelas, collares y piezas de jade figuran en colecciones de grandes museos, aunque también en mansiones y galerías privadas. Puede argumentarse, por supuesto, que reciben un cuidado especial para su conservación y estudio en tales latitudes, pero eso no resta un ápice su pertenencia primaria al pueblo de Guatemala.
El saqueo ilustrado, llamémosle así, fue usual en países como Egipto, Grecia e India, que en ese tiempo eran colonias europeas. Las exploraciones arqueológicas dieron con fabulosos tesoros de milenios de antigüedad que hoy figuran en grandes galerías. Pero ello no reduce el reclamo de devolución a sus países de origen. Sin embargo, en la década de 1970 se establecieron convenciones internacionales contra el robo de piezas arqueológicas, debido a que se convirtió en una lucrativa industria ilícita.
A la fecha, muchos sitios mayas guatemaltecos son expoliados por bandas de “huecheros” que venden su botín en el mercado negro. Las exploraciones arqueológicas serias recuperan piezas, documentan su ubicación y contexto, las fotografían y dibujan para, finalmente, entregarlas al Instituto de Antropología e Historia, entidad creada en 1946 precisamente para velar por este patrimonio.
Países como Estados Unidos, Francia y Alemania han devuelto lotes de piezas mayas extraídas ilegalmente. Lo que hace falta en Guatemala es contar con espacios más amplios y adecuados para mostrar esas joyas de la memoria nacional. La tecnología provee hoy recursos para poder admirar estos vestigios de forma virtual, con ampliaciones de gran formato y modalidades interactivas. También sería bueno que los planteles educativos motivaran la valoración de estos testimonios del pasado, cuya belleza requiere a menudo de ciertas claves para poder ser comprendida y admirada. Si gente de otras latitudes se sorprende con un códice o una vasija policromada, ¿por qué nosotros no vamos a sentirnos orgullosos de tan magníficas expresiones?