Editorial

Vieja mediocridad lastra comercio con Canadá

Inercias e incapacidades de gestión ponen en peligro este potencial de ingresos.

Esta es una lamentable historia de la vida real acerca de cómo, durante más de dos décadas, la mediocridad politiquera y la dejadez de sucesivos períodos gubernamentales en Guatemala han impedido, por no decir saboteado, la negociación y concreción de un tratado de libre comercio con Canadá. Recientemente trascendió la voz de alarma de exportadores guatemaltecos acerca de la finalización del Sistema Generalizado de Preferencias, otro tipo de acuerdo mediante el cual Canadá ha permitido la entrada a productos guatemaltecos, así como de otros países en vías de desarrollo, como una forma de apoyo a sus economías. No era un tratado de comercio en sí, sino una vía alterna que fenece el 1 de enero de 2025; es decir, en tres meses y medio.


Sin este sistema de preferencias, muchas de las actuales exportaciones guatemaltecas a Canadá deben empezar a pagar impuestos de entrada y, por ende, se harán menos competitivas en dicho mercado. Renunciar a él sería una gran pérdida porque es uno de los principales socios comerciales de nuestro país, pero el costo con aranceles los haría menos atractivos. Tan solo en 2023 se exportaron US$142 millones a Canadá en rubros como vegetales y hortalizas, plantas ornamentales, alimentos manufacturados, bebidas, vestuario y artículos de vidrio. Al reducirse o cortarse estas ventas, habrá un impacto local en ingresos, empleos y oportunidades.


Ahora bien, no se trata de un problema reciente ni del último lustro. La falta de un TLC con Canadá deviene de una dejadez, resistencia o incapacidad burocrática de varios períodos. Como dato de referencia: la primera propuesta de negociar un tratado de libre comercio con dicho país se anunció ¡hace 24 años!, el 28 de septiembre de 2000, durante la cumbre Canadá-Centroamérica, desarrollada en Guatemala.


Los gobiernos de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua solicitaron entonces a Canadá comenzar un diálogo para un acuerdo conjunto. Las negociaciones formales se lanzaron el 21 de noviembre de 2001, según refiere el gobierno canadiense. Obvio, no se trataba solo de abrir cuotas de mercado o espacios para la compraventa de productos, todo acuerdo de este nivel involucra la aceptación de exigencias en materia de derechos laborales y ambientales, así como respeto a los derechos humanos. Como era de esperarse, en aquella negociación a coro hubo choques de intereses, de políticas y de visiones locales. Para no hacer largo el cuento: hubo rondas de negociaciones en 2006, 2008 y 2010, sin resultados.


En esas mismas fechas, las autoridades de Guatemala decían que “ya casi”, que ya “faltaba poco”, que el acuerdo estaba en camino. Mientras tanto, Costa Rica negoció su acuerdo con Canadá y lo firmó desde 2002. Honduras también se desmarcó del bloque llamado CA4 y concretó su acuerdo en 2014. ¡Hace una década! No está de más decir que Guatemala tiene mucha fortaleza e incluso ventaja en varios de los rubros compartidos en dicho mercado, pero ellos sí tienen su TLC. Retomar ahora esta negociación es imperativo, pero ello no lo hará fácil, pues entre las exigencias podría incluirse una ley de competencia vigente, la cual no existe.


Renegociar la extensión emergente del Sistema Generalizado de Preferencias podría ser una alternativa, pero no sería una solución permanente. Además, depende de ciertas variables macroeconómicas que dicho gobierno deberá evaluar. Canadá es un mercado de fuerte poder adquisitivo en el cual existen oportunidades para posicionar más productos guatemaltecos. Inercias e incapacidades de gestión ponen en peligro este potencial de ingresos.

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