EDITORIAL
Vocación médica debe ser valorada y apoyada
Los internistas y neumólogos, especialistas que constituyen la punta de lanza en el combate hospitalario del coronavirus, son un bien preciado y escaso: apenas el 5 por ciento del total de médicos pertenecen a estas áreas, y si se hace cuenta, los especialistas en el sistema respiratorio son apenas 33 en todo el país: el 0.2 por ciento. El dato es aún más preocupante al descubrir que no todos trabajan en el sistema de salud pública, a causa de los bajos salarios, los requisitos burocráticos e incluso la falta de plazas laborales. Cuando la pandemia llegó al país dejó al descubierto esta carencia.
La cantidad de médicos por cada mil habitantes ha sido un talón de Aquiles de la salud en Guatemala. Según datos del Banco Mundial, apenas se tienen cuatro profesionales por cada 10 mil habitantes, cuando la recomendación global es de al menos 20 facultativos por cada 10 mil. Nuevamente, si se deja solo el personal del sistema público de salud, el dato es alarmante: dos médicos por cada 10 mil habitantes. Antes de la pandemia, seis mil 920 facultativos laboraban para el Ministerio de Salud, en mil 545 puntos que integran la red de servicios; 46 de estos, hospitales.
La mejora de estos indicadores no es inmediata y se encuentra directamente vinculada con el campo educativo, pues si bien la carrera de Medicina suele atraer a numerosos jóvenes en el año de ingreso universitario, las deficiencias en la formación en las áreas de matemática, física y científica en los ciclos básico y diversificado representan el mayor valladar para los estudiantes que eligen esa carrera. Según un estudio elaborado en el 2014, en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala, las materias de Química, Física, Estadística y Biología tienen un porcentaje de repitencia de entre 30 y 70 por ciento.
A la insuficiente base académica de los graduandos se suman otros problemas como inadecuados hábitos de aprendizaje, problemas económicos o insuficiente tiempo a causa de que muchos deben trabajar para pagar sus estudios. En Guatemala existen talentos juveniles para la ciencia, pero a menudo en entornos desfavorecidos y su vocación no se llega a desarrollar por falta de oportunidades. Emprender el cultivo de estos valores intelectuales podría favorecer el avance del país, no solo a través de la carrera de Medicina, sino de otras disciplinas universitarias científicas. A ello hay que sumar que, una vez graduados, los médicos y cirujanos deben buscar una especialización, que en el caso de la Neumología, para hacerlo con calidad, solo es posible en el extranjero, y el apoyo para este propósito es mínimo.
Es por ello que para poder apoyar a los contados especialistas disponibles, la provisión de recursos hospitalarios, equipo de protección e insumos como el oxígeno constituyen una obligación moral ineludible para el Estado. Lamentablemente, los propios médicos han tenido que salir a protestar o grabar videos en las áreas de atención clínica para exponer las limitaciones, una denuncia legítima que directivos han intentado bloquear en lugar de respaldar, sobre todo si también se dicen médicos.
Rémoras burocráticas, egos de funcionarios ineptos y hasta intereses de negociantes que buscan ganancias a costa de tardanzas y sobreprecios se convierten en tropiezos para los profesionales que a diario buscan salvar vidas. Por esa razón deben corregirse procesos, expulsar del aparato público a los responsables de esta situación y deducir responsabilidades civiles o penales, aunque se encuentren incrustados al más alto nivel.