EDITORIAL
Ya es tiempo de aprender
Existe muchísimo talento en Guatemala. Eso es innegable al observar los logros de niños, adolescentes y jóvenes en olimpiadas de ciencias, certámenes de tecnología, concursos de oratoria, redacción, ortografía o creación literaria; hay brillantes promesas en el campo deportivo, escénico, el razonamiento abstracto y todas las inteligencias. Lamentablemente, muchos se quedan en el camino por falta de oportunidades. A veces ni siquiera llegan a integrarse al sistema escolar, simplemente porque no entran o son expulsados por la pobreza, la migración e incluso el crimen organizado, que siempre anda en busca de carne de cañón.
Es irrisorio que a 200 años de independencia, a 174 de creación de la República de Guatemala y a más de cien de la institucionalización de la educación gratuita y obligatoria la formación de conocimientos, aptitudes y competencias en los niños aún esté condicionada por variables como localización geográfica, grupo lingüístico y condición económica de la familia o del docente que, con suerte, le corresponda.
A pesar de millones de quetzales invertidos, de décadas de programas oficiales de educación, de sucesivas gestiones ministeriales y decenas de estudios y análisis el analfabetismo —total o funcional— persiste. La cobertura de primaria aún no es total para los infantes y menos aún el acceso a los ciclos de secundaria y diversificado.
En los últimos 20 años, los mandatarios han traicionado la transformación educativa a largo plazo, que ya debería ir en una fase avanzada. Uno a uno han preferido aliarse con dirigencias magisteriales venales y desfasadas, a cuyos intereses pecuniarios o políticos poco les vale la meta de potenciar la competitividad del estudiante guatemalteco. Al buscar un empleo o tratar de estructurar un emprendimiento se erigen, como un valladar ingrato, los vacíos conceptuales y metodológicos producto de un paradigma obsoleto que consume cada vez más recursos sin mejora real de procesos.
Existen maestros destacados que procuran la innovación y priorizan el servicio, tanto en el sector público como en el privado, pero esos aportes se esparcen lentamente. Tales cambios pueden posibilitar una mejor base académica y laboral.
La actualización curricular figura entre las prioridaes rezagadas por discusiones que se han prolongado tanto que no definen nada. Es lamentable que aún no haya acuerdos sobre el pénsum de básicos y siga ajeno a la acelerada transformación que se vive en el mundo. La brecha digital es otro lastre, pero también la del acervo. No solo se han eliminado requerimientos humanísticos de varias materias, sino que han sido sustituidos por conceptos que no abonan a la construcción de juicios críticos, actitudes íntegras y convicción del aprendizaje como única vía de desarrollo.
En el informe especial de desafíos nacionales del Bicentenario presentamos un análisis de siete factores que pueden marcar la diferencia cualitativa y cuantitativa, siempre y cuando se establezca ya un compromiso de excelencia y evaluación constante por los próximos 30 años, a fin de no dejar pasar un siglo más de desperdicio de talentos que, en su momento, pueden y deben escribir la historia de un país mejor.