EDITORIAL

Yerros y costos de una alianza presupuestaria

El Gobierno necesita establecer acuerdos necesarios en favor del bien común.

Decía el poeta y filósofo francés Paul Válery: “Vale la pena conocer al enemigo entre otras cosas por la posibilidad de que algún día se convierta en un amigo”, y quizá era un consejo que la bancada oficialista del Congreso no quería o no podía atisbar verosímil hace un año, cuando aún era oposición y no tenía a la vista pasar a segunda vuelta.  Al calor del fracasado intento de una fiscalía por anular las elecciones, ampliamente rechazado, el  14 de enero se integró  una alianza multipartidaria para obtener la directiva del Congreso. El bloque Semilla  quedó fuera de la misma y de las comisiones, por procesos judiciales.

La  yuxtapuesta alianza, variopinta e integrada incluso por   ex rivales políticos, ha tenido un desempeño errático, fragmentario e imprevisible. Quizá eso en realidad es la democracia y no las pretéritas aplanadoras prepago y pospago. Pero el experimento tiene sus costos, sus riesgos y quizá hasta sus labilidades. Fue así como un estado de Calamidad declarado en marzo, por los incendios forestales, no logró apoyo ni entre los aliados, y ahora la ampliación presupuestaria parece ir por el mismo camino incierto.

El partido oficial pidió una ampliación al anterior Congreso y se topó de frente, a pesar de tanto palabrerío de transición democrática del Ejecutivo anterior.  Ahora, el gobierno de Bernardo Arévalo solicitará un aumento de Q14 mil 500 millones al techo de gasto, pero viene el receso de medio año y la iniciativa podría no ser conocida sino  hasta el segundo período de sesiones,  en agosto. Como si ese plan de ejecución no estuviera  en marcha y con compromisos inminentes. La misma administración del Ejecutivo ha exhibido poca habilidad a la hora de socializar iniciativas, incluso entre sus aliados.

Entre los planes por financiar con dicho aumento estaría el   contrato de medicinas e insumos hospitalarios suscrito con la Unops, así como atención a la infraestructura vial y seguridad alimentaria. El fallo de la Corte de Constitucionalidad que ordena asegurar el abasto de centros asistenciales quizá pueda ser para el Gobierno un ariete o una presión que agrave sus predicamentos.

Queda claro que la designación de gobernadores dejó muchos descontentos y los intereses de diputados distritales continúan en juego sobre el tablero político. Aparentemente no existen los incentivos que había en el anterior congreso para lubricar iniciativas. Si el gobierno de Semilla negocia concesiones, caerá en lo que antes criticaba. Ya sus rivales les han echado en cara las peticiones de aumento de gasto o el estado de Calamidad. Quizá por eso Borges decía: “Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque puede terminar pareciéndose a ellos”.

En términos pragmáticos, pero sin caer en maquiavelismos, el Gobierno necesita establecer acuerdos necesarios en favor del bien común. La alianza directiva y la oposición deben también poner sus cartas sobre la mesa, trazar una propuesta seria y dejarse de zancadillas que al final dañan a todo el país.  Pero si ni siquiera llegan a laborar al hemiciclo, no dan impresión de discordia, sino  de pereza, desinterés e indolencia poselectorera. Hasta cierto punto es lógico que el oficialismo anterior y sus  adláteres busquen el desgaste de sus rivales. Deberían ser capaces de más, pero si no lo hicieron en su momento de poder, puede que opten por ser solo rémoras. El Ejecutivo corre contra calendario y debe mejorar su operatividad política para que no dependa de egocentrismos perecederos. Quizá por eso   el sabio latino Cicerón dijo: “Hay que acostumbrarse a vivir con los enemigos, ya que no a todos podemos hacerlos nuestros amigos”.

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