El desconocimiento de nuestra historia

Esto es resultado de varios factores que se han conjuntado a lo largo de los años: desinterés, mala calidad de la educación, poca comprensión de quiénes  hicieron historia, y los intereses políticos e ideológicos para ocultar determinados hechos.

Si los guatemaltecos hacemos el ejercicio de preguntarnos si conocemos siquiera unos pocos de los elementos de las  etapas de la vida nacional, nos sorprenderemos de darnos cuenta de nuestro desconocimiento del entorno del país, así como del mundo y su época. Por ejemplo, casi nada conocemos de los motivos y circunstancias de la  independencia, de las etapas inmediatas a esta, y no es de extrañar que ignoremos la fecha del 30 de junio de 1871, solo 50 años antes del 15 de septiembre de 1821, así como los nombres de personajes como Justo Rufino Barrios y Miguel García Granados, ambos de gran peso.

Son igualmente ignorados los períodos que marcaron el siglo XX; Manuel Estrada Carera y sus 22 años de dictadura, así como Jorge Ubico y sus 14 años de gobierno similar. Por razones ideológicas se ha ocultado la Revolución de Octubre de 1944, el triunfo de la Liberación en 1954 y luego el conflicto armado interno, los acuerdos de paz. En resumen, los  guatemaltecos desconocemos su historia y por ello varias veces se han repetido los mismos errores, con  protagonistas distintos.

El esfuerzo de permitir que los guatemaltecos conozcamos la historia para que podamos analizarla y tener criterios propios debe ser una de las principales tareas de los programas educativos. Parte del desinterés generalizado por participar en política se debe precisamente a que dentro de ese desconocimiento se agrega la historia de los movimientos políticos. Ciertamente, esa actitud no ocurre solo en Guatemala, pero es un hecho que el nivel que tiene en este país con toda seguridad es mayor.

El conocimiento de la historia nacional debe ser el resultado de explicarla y relatarla de manera atractiva, utilizando los variados instrumentos de la tecnología actual. Lo que sí es cierto, aunque a primera vista no sea evidente, es que el interés por enterarse de lo ocurrido en los años previos a los actuales sí se puede despertar en las personas de cualquier edad, si se narra  en forma sencilla  y si se señala la relación inevitable y muchas veces imposible de soslayar de los hechos ocurridos en Guatemala con los que han tenido lugar en su entorno geográfico cercano y con el mundo en general.

Eso sí: la historia debe narrarse desde una perspectiva serena y balanceada. El fin no puede ser el de realizar propaganda ideológica, en dividir los hechos en un maniqueísmo de blanco y negro, buenos y malos. Esto implica voluntad política de quienes se lanzan a la tarea de explicarla. Pero sobre todo necesita de una dosis de valentía y de ética para poder balancear los yerros y aciertos que son o fueron consecuencia de los tiempos que corrieron.

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