El problema no es la reelección
Lo cierto es que esa ha sido una idea permanente en cada político que accede al poder, porque muy rápidamente quienes están más cerca de ellos les empiezan a pintar el paraíso, lo cual los hace perder muy rápidamente contacto con la realidad y se lo creen, a tal punto de que muchos llegan a pensar que ellos encarnan el ideal del político criollo y por eso es que también comienzan a desconfiar y a distanciarse de quienes disienten u opinan de manera contraria sobre la percepción de lo que efectivamente sucede en el país.
Sobre lo que muy pocos parecen reflexionar es el mensaje que emerge en la voz de los votantes cuando se expresan de manera contraria en las urnas, y es cuando se dan cuenta de que no han sido capaces de heredar un liderazgo que permita cuando menos a la agrupación partidaria que los llevó al cargo continuar el proyecto político y, por el contrario, de golpe se encuentran no solo con que han perdido el poder, sino que ha empezado el proceso de extinción de su propia agrupación.
Con esto se evidencia que ejercer un período de ocho años es posible para un partido cuando se ha hecho un buen gobierno y también si los proyectos políticos son capaces de trascender a los individualismos, lo cual se evidencia con que en Guatemala ninguna agrupación que ha hecho gobierno ha podido convencer a los ciudadanos de sus bondades, porque ha prevalecido la frustración por sobre cualquier otra consideración, al punto de que en los comicios celebrados hasta ahora los electores han emitido casi siempre un voto de castigo.
Muchos de los candidatos ganadores de los procesos electorales se encuentran de pronto con una victoria que antes de una elección era incierta, y es porque el votante tiende a sufragar más visceralmente que con la cabeza, y a ello se debe que se elija en un alto porcentaje en contra de determinadas candidaturas más que a favor de ciertas fórmulas, y lamentablemente al final prevalece la disyuntiva de los electores de inclinarse por el menos peor de los aspirantes, aunque con un claro voto de castigo contra quienes están a punto de abandonar los cargos.
Un proyecto partidario que aspire a gobernar por más de un período debiera empezar por tener un genuino plan de gobierno, donde pueda ser ejecutable y comprobable su compromiso con los más necesitados de ayuda, porque también está suficientemente demostrado que los políticos llegan a los puestos con ideas poco claras sobre lo que implica gobernar, y por ello es que las improvisaciones van erosionando el poder, al punto de que nadie quiere saber de una reelección porque hasta ahora ninguno se lo ha merecido.