EDITORIAL

El tema de Belice resurge con fuerza

El asesinato del niño Julio Alvarado, de 13 años, quien recibió ocho balazos disparados por tropas beliceñas que también hirieron a su hermano y a su padre, despertó una justificada indignación nacional. Es el peor de los ocho incidentes que han causado la muerte de otros connacionales, sin que haya habido nada adicional a las manifestaciones de lamentar lo ocurrido.

Este hecho constituye la gota que rebalsa el vaso de la paciencia de Guatemala, que para pedir la mediación internacional debe dirigirse a las Naciones Unidas y no a la parcializada y disminuida Organización de Estados Americanos, que tiene como segundo a un representante beliceño. El secretario general, quien llegó al cargo con el apoyo de los estados de habla inglesa, se encontraba en Belice al momento del crimen de los militares locales, con el fin de verificar los avances del proceso de referéndum aceptado junto con Guatemala, pero sin haber incluido una visita a sus autoridades.

La reclamaciones cesaron cuando Jorge Serrano y su canciller, Álvaro Arzú, aceptaron al Estado de Belice, lo que convirtió el problema en un asunto limítrofe. De una consulta popular dependerá si los pueblos desean que una corte internacional se pronuncie acerca de la posición guatemalteca de recuperar alrededor de la mitad del territorio beliceño. Es ingenuo considerar que sus habitantes votarán a favor, y las autoridades vecinas se aseguraron de que ello no ocurra, al cambiar los términos del acuerdo y darle validez solamente en el caso que participe el 60% de su población.

En otras palabras, los beliceños votarán “No”. Los guatemaltecos, por su parte, participarían en forma muy escasa a este referéndum, y existen posibilidades de que voten por el “Sí”. Pero ello no serviría de nada porque rige el principio de autodeterminación de los pueblos, a lo que se agrega que Guatemala históricamente no ha movido sus cartas de manera adecuada, y aunque lo hubiera hecho, las presiones en su contra han sido evidentes y numerosas.

A causa de la tragedia que representa la violenta muerte del niño Alvarado, se conoció otro hecho aún más preocupante. En la desembocadura del río Sarstún, Belice edificó construcciones que de hecho dejan esa vía fluvial dentro de su territorio. Los mapas de Google, que pueden ser vistos en cualquier teléfono inteligente, muestran con claridad que la línea fronteriza, al llegar al islote en la desembocadura, está marcada en la orilla sur, lo que deja esa área fuera de Guatemala, que no ha hecho nada por arreglarlo.

También es importante advertir al gobierno actual de que los militares llevados a la zona de conflicto deben tener instrucciones precisas de prudencia. No se debe utilizar el asunto como un distractor de la atención nacional, dirigida a temas percibidos por la población como más importantes, entre ellos el descenso de la popularidad gubernativa y presidencial. Hacerlo sería visto como una cortina de humo. Guatemala debe actuar con firmeza, solicitar cooperación de países amigos y trabajar con funcionarios de suficiente experiencia diplomática. No puede haber lugar para la improvisación y las actuaciones irreflexivas.

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