EDITORIAL
Enemigos de la intolerancia
Un curioso artículo publicado por Fox News y firmado por Steve Hecht afirma que la administración de Barack Obama dejó a Guatemala infestada de marxistas y que a eso obedece la enorme fuga de centroamericanos hacia Estados Unidos, y así como que ahora estarían buscando el relevo del presidente Jimmy Morales para completar un proyecto inspirado en el comunismo cubano.
Dicha opinión pudo tener mucho fundamento en la década de los años cincuenta, cuando la cacería de comunistas había inundado todos los ámbitos de la vida, no solo en Estados Unidos, sino en países como el nuestro, donde de hecho la interferencia estadounidense fue decisiva en el derrocamiento de un gobierno democráticamente electo, por lo cual, años después, el presidente Bill Clinton pidiera perdón a los guatemaltecos durante su visita a Guatemala.
Pocos parecen entender, entre ellos el señor Hecht, que la fuga de guatemaltecos hacia Estados Unidos poco tiene que ver con el marxismo-leninismo, y en cambio ese éxodo se ha convertido en la respuesta más desesperada a condiciones agobiantes de pobreza e inseguridad, que ningún gobierno, todos derechistas, han podido aliviar, y una de las mayores causas es la corrupción, a la que no alude, salvo para afirmar que los corruptos mexicanos son lo que permiten ese tránsito de personas.
Quizá el mensaje ofrecido ayer por al arzobispo Julio Vian a los periodistas ilustre precisamente lo que según su visión ocurre con nuestro presidente de turno, a quien le pidió dejar de perder el tiempo en espectáculos inútiles, como la inauguración de obras de poca trascendencia, cuya parafernalia podrían efectuar los ministros, pero sobre todo dejar de utilizar medios afines para promover cosas innecesarias.
Las afirmaciones del prelado retratan de manera inequívoca lo que han hecho los últimos 10 presidentes de Guatemala, y que con la corrupción como herramienta de trabajo han causado un daño irreparable a la sociedad, porque el fondo es lo que prevalece sobre cualquier indicador de desarrollo.
En Guatemala, es la corrupción, flagelo que además no deja de pasar de moda, la mayor causa del deterioro nacional, con carreteras sobrevaloradas y otras mal hechas, una pobre ejecución presupuestaria que no deja de estar salpicada por las coimas, con lo que la historia narrada por el señor Hecht no deja de dar pena.
El único extremismo palpable en Guatemala es el de quienes a fuerza de millonarios recursos y presiones buscan detener los esfuerzos contra la corrupción, que están temerosos de que los alcance el largo brazo de la justicia, cuando acá lo único que está en discusión es una férrea batalla por erradicar la corrupción de las altas esferas gubernamentales, de donde vienen precisamente los ataques, la descalificación y el flujo de recursos para maquillar una imagen, como dice el arzobispo.
Hecth llega al extremo de ver a un grupo de marxistas dirigiendo en el Departamento de Estado esfuerzos porque sus contrapartes guatemaltecas logren su objetivo de descabezar a las instituciones, sin la menor alusión al enorme daño que el papel de la corrupción juega en el debilitamiento institucional, el cual inicia con los mismos políticos.