EDITORIAL
Fiestas navideñas en un año atípico
La Navidad de este año tan inesperado, importante en historia, se asoma en el horizonte con diferencias que se agregan a la tradicional etapa de mantener la festividad familiar y la tradición ancestral. Principalmente por los acontecimientos que marcaron al 2015 y que de una manera espontánea hicieron despertar la mente y el corazón de todos los ciudadanos, por la indignación ante la cruda evidencia de la vileza con que desde hace demasiado tiempo se maneja al Gobierno.
Siempre fue evidente que la corrupción ha sido una desgracia manifestada en casi todos los ámbitos de la vida nacional. La indignación fue el motor principal para que de manera espontánea y sin responder a consignas de ningún líder, miles de guatemaltecos se lanzaran a las plazas para exigir la salida del presidente y la vicepresidenta del país, luego, las acciones emprendidas por el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala.
La corrupción, por primera vez, quedó manifestada en su enorme drama, con hospitales sin medicinas y su lógico resultado de muertes de niños y adultos, víctimas inocentes del pillaje generalizado y despiadado. Dejó de ser un hecho sin rostro, una estadística, para convertirse en una evidente vergüenza nacional, y también por primera vez fue posible identificar a esta infame acción con las caras de quienes la han cometido, a causa, entre otras razones, de la pasividad, del desinterés y casi la cobardía que lo había impedido.
La reacción popular guatemalteca constituyó un ejemplo para el continente americano, porque fue el resultado del cansancio y de la indignación, expresadas sin violencia alguna, con orden y disciplina espontáneos. Se despertó el gigante dormido de la vigilancia con el repudio a acciones que constituían una afrenta a la inteligencia de los guatemaltecos, como la pócima mágica para limpiar el Lago de Amatitlán y la adquisición de jets privados, yates, mansiones y todas las granjerías producto del chanchullo.
Esta es una Navidad que se diferencia de las otras porque los guatemaltecos aplicaron la petición de paz a los hombres de buena voluntad. No puede haber paz si no se lucha contra el abuso, la corrupción, la impunidad y la falta de transparencia. Por eso los villancicos, las posadas, el ponche y los tamales estarán presentes este año en un conglomerado humano que cumplió con la primera parte de su deber, al convocarse al unísono para señalar el hastío y el rechazo generalizado a una clase política colocada de espaldas al bien común y a la historia. Ojalá que las nuevas autoridades lo entiendan.
Expuestas estas consideraciones, Prensa Libre envía por este medio su fraternal saludo a todos los guatemaltecos, sin distinción de edad, sexo, etnia, nivel socioeconómico o educativo, pensamiento político y lugar de residencia, dentro o fuera del país. Los invita a celebrar la Navidad con alegría y amor a los seres queridos. Es un momento para tomar aliento, a fin de mantener la actitud consciente y participativa que Guatemala merece y así reducir o eliminar todos aquellos indicadores causantes de preocupación y penalidades.