LA BUENA NOTICIA

Guatemala vive tiempos difíciles

Víctor M. Ruano

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Más de mil católicos de todo el país, entre laicos y curas, obispos y religiosas se reunieron a mediados de noviembre, durante tres días, en la ciudad de Huehuetenango para reflexionar sobre la parroquia, esa estructura eclesial que agrupa a los feligreses de un determinado territorio en una diócesis, para poner en marcha su transformación misionera, de tal modo que responda a los desafíos de la sociedad de hoy y a la reforma de la “Iglesia en salida” que impulsa el pontificado de Francisco, desde los horizontes abiertos por la Conferencia Episcopal de Aparecida, hace ya más de una década.

La situación actual del país que “vive tiempos difíciles” estuvo presente en las mesas de trabajo, en las ponencias y en los diversos momentos que ofreció el quinto Congreso Misionero Guatemalteco, Comgua V, cuidadosamente preparado por los laicos, el presbiterio y el obispo de Huehuetenango, en esa comunidad diocesana pluricultural y multilingüe.

De modo que las realidades más dramáticas de miles de guatemaltecos que sufren la extrema pobreza y la exclusión social, producto de la dinámica perversa de corrupción e impunidad arraigada en el país e impulsada por la clase política que gobierna y sus aliados, se vive con toda su crudeza en las parroquias de Guatemala, según los cuatro contextos socioculturales que se analizaron: “el de los pueblos originarios, tan abandonados y excluidos, a lo largo de su historia, por visiones xenófobas de las élites que han liderado el país; el vasto mundo campesino, tan marginado de las políticas de desarrollo integral que dignifique sus vidas”.

La misma situación se observa en “la realidad urbana marginal de las ciudades en donde la vida de las personas se deshumaniza entre barrancos, hacinamientos y condiciones laborales precarias y extenuantes y finalmente, la realidad de la vida urbana donde las personas son presa del consumo en el marco de un materialismo y un neoliberalismo salvajes, que alimentan procesos de despersonalización, anonimato e individualismo”.

Dado que el empobrecimiento de los guatemaltecos se expande y profundiza llegando a niveles de pandemia, los participantes al congreso misionero se comprometieron a hacer de la parroquia el lugar donde Dios escucha el grito de los pobres y el espacio para su liberación, asumiendo la máxima del papa Francisco para la Jornada Mundial de los Pobres: “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”.

Han tomado mayor conciencia que no se puede “hacer pastoral”, esto es, participar en la misión evangelizadora de la Iglesia desde la parroquia, sin asumir la dura realidad por la que están pasando la gran mayoría de las personas que viven en los territorios donde están enclavadas las comunidades parroquiales. Esto implica por parte de los responsables de la Iglesia no continuar con un solo modelo de parroquia. Ellas deben cambiar sus perfiles desde las realidades concretas en que se encarnan.

Sin embargo, muchos católicos no miran “desde la fe la vida de los empobrecidos, excluidos y descartados de las propias parroquias”. Por eso fácilmente caen en la indiferencia, y se pierde la capacidad de incidir en la realidad actual. Esto pasa por descuidar el compromiso social del cristiano que se alimenta de la fuerza transformadora y liberadora del Evangelio, convirtiéndolos en cómplices de esta trágica situación.

El Pacto de Corruptos, desde el Congreso y el Ejecutivo tan envalentonados como están, se alimenta de esa complicidad, favoreciendo la presencia de esa clase de políticos que tanto daño la han hecho a la nación. Ellos son la verdadera “amenaza para la seguridad nacional” y no la Cicig ni su comisionado. El Adviento que comenzaremos nos llamará a la vigilancia como actitud permanente ante la realidad de nuestro país que vive tiempos difíciles.

pvictorr@hotmail.com

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