EDITORIAL
Improvisación desafortunada
Durante la presentación de la Agenda Nacional de Desarrollo, dentro de la cual se busca un reimpulso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el presidente Jimmy Morales pronunció un discurso inusual que duró poco más de 22 minutos, dentro de los cuales se supone que la prioridad debía ser una exposición detallada, técnica o al menos visionaria de los mecanismos para implementar dichas metas como agenda de Estado. Esto para evitar un mero acto protocolario, con aires de publicidad gubernamental, pero con poca esencia estratégica, dado que no es la primera vez que se relanzan con bombo y discursos los ODS.
La alocución presidencial empleó un tono más enérgico al utilizado hasta ahora en eventos públicos, casi al punto de la exasperación y quizá con cierto aire histriónico, sobre todo porque buena parte de la exposición no fue técnica, analítica o incluso política, sino un desahogo emocional, lo cual declaró el propio Morales en una frase.
Apeló a la conmiseración al decir que sus casi 18 meses de gobierno no han sido fáciles o, en cierto momento, cuando citó mal un dicho, en lugar de simplemente seguir adelante, expresó: “Búrlense de mí; no me importa”. Paulatinamente el mandatario se salió de los esquemas tradicionales, en una improvisación conducida aparentemente por la frustración ante determinadas situaciones propias de la administración pública, que lo llevó a arremeter contra diversos sectores.
Año y medio después de haber asumido el cargo, alguien debió ya asesorarlo acerca de lo que implica el manejo maduro y responsable del cargo de presidente, descrito constitucionalmente como el representante de la unidad nacional, lo cual hace inconveniente el personalismo y sobre todo el enfoque hepático de los diversos temas que se conjugan en el devenir del país, ya sean estos favorables o adversos.
Cuando se opta por el arrebato colérico, la espontaneidad deviene en imprudencia, como cuando se dirigió a los representantes de la Corte Suprema de Justicia, a quienes les reclamó por la incertidumbre que se genera para la inversión con el reciente amparo provisional que afecta a la actividad minera. Pero lo que olvidó mencionar Morales es que el Ejecutivo es el encargado de elaborar el reglamento de consultas populares para evitar que estos conflictos lleguen a esas situaciones extremas.
También arengó a los diputados, a quienes les pidió legislar para prohibir actividades que no se quieran, aunque en realidad está en manos del Ejecutivo el monitoreo de las industrias y su potencial impacto, positivo o negativo, en las comunidades, así como la negociación de regalías y la auditoría rigurosa de los minerales que se exportan. Además, la bancada mayoritaria del Legislativo es de su propio partido, aunque alimentada de tránsfugas y manifiestamente opuesta a las reformas del sector justicia.
La oportunidad que tenía Morales de relanzar con madurez un tema de capital importancia para la Nación se fue por el tragante donde terminan las emociones reprimidas, debido a una engañosa confianza en la propia elocuencia o a malos consejos provistos por las típicas roscas que crean espejismos a los mandatarios.