CATALEJO
La etapa previa a consulta popular
Hoy se iniciará el proceso de la más importante de las tareas diplomáticas de Guatemala: la convocatoria hecha por el Tribunal Supremo Electoral a la consulta popular sobre el diferendo territorial, insular y marítimo sobre Belice iniciado con Inglaterra desde 1859 y luego con Belice cuando este territorio se independizó hace unos 30 años, si la mente no me miente. Los gobiernos guatemaltecos siempre han cumplido con las condiciones, pero se encontraron primero con el valladar representado por ser el imperio inglés durante más de un siglo la mayor potencia mundial. Históricamente, la única oportunidad de logrear la recuperación del territorio fue durante la segunda Guerra Mundial, cuando Inglaterra luchaba en desventaja contra los nazis.
De aceptar los guatemaltecos la realización de la consulta popular quedaría pendiente la aceptación de los beliceños. Si no cumplen, Guatemala quedará como siempre del lado de los cumplidores, pero nada más. Y se perderá para siempre la mínima esperanza, producto del deseo y no de la realidad. El entonces canciller serranista, Álvaro Arzú, cerró una puerta cuando quiso o no pudo actuar de manera correcta, por torpeza o desinterés. Sin embargo, el anterior canciller, Carlos Raúl Morales, trabajó con ahínco para llegar a este lugar, donde se necesita de experiencia, conocimiento y sobre todo astucia. La carencia total en los dirigentes desde hace dos meses de la Cancillería permite prever un resultado negativo como consecuencia de errores lamentables.
Una consulta popular es un acto jurídico político en el cual se le hacen una o varias preguntas a los ciudadanos al respecto de un tema de fundamental importancia. Puede ser local o nacional, vinculante (de cumplimiento obligatorio por el gobierno) o simplemente informativa. Al ser nacional, sus costos son elevados, como por ejemplo en el caso de la comentada hoy, y por eso los gastos podrían acercarse a los de una elección general. Al no ser obligatoria ni haber un porcentaje mínimo, su participación puede tener niveles igualmente muy pequeños. En la última realizada en Guatemala, para decidir reformas a la Constitución, participó el 14 por ciento, lo cual implicaba un exiguo 7 por ciento para obtener mayoría. A esto contribuyen factores como la falta de candidatos y el carácter abstracto de los textos.
Siempre ha sido para mí clara la negativa de guatemaltecos y beliceños para estar unidos. Hay razones culturales, raciales, lingüísticas. Pero sobre todo del lado beliceño hay reticencia a unirse a Guatemala, país no atractivo para unirse. Y del lado guatemalteco, es lo mismo. Por ello las negociaciones deben relacionarse más a los aspectos económicos, en todo lo referente al mar territorial y a la soberanía de algunos de los cayos. Se pueden realizar programas conjuntos en temas como el turismo, y otros. Las acciones de las fuerzas armadas beliceñas en los últimos años no han ayudado para nada a la solución del problema, sobre todo por la actitud demasiado tolerante del Gobierno guatemalteco, ahora dependiente de acciones diplomáticas de gente poco o nada capaz.
Pero aún así, vale la pena intentarlo. Si gana el NO, ya no se podrá hacer nada. Si triunfa el SI, hay todavía un camino por recorrer. A causa de la minoría participante, no es posible predecir un resultado. Otro factor incidirá directa o indirectamente en el asunto: a causa de los constantes errores diplomáticos de las últimas semanas, Guatemala no se encuentra en una posición defendible, lo cual implica efectos impredecibles. Creo importante sacar a luz el tema porque es poco conocido. La coyuntura política es muy seria a simple vista, pero este asunto de Belice en realidad es mayor y por eso se debe soñar en un resultado positivo, labor casi imposible, por las razones indicadas anteriormente en estas pocas líneas.