CATALEJO
La nueva tarea de los analistas
Una característica muy notoria en la actividad del análisis realizada por los comentaristas en la prensa independiente de Guatemala, la constituye su importancia crucial para entender la complejidad de la situación nacional analizada como un todo, lo cual se manifiesta especialmente en los campos del área económica y política. En el caso de la primera, muchas de las columnas periodísticas tienen la ventaja de ser el resultado de los criterios de personas no necesariamente versadas en las teorías de la economía, entre cuyas características sobresale el generalizado error de no considerar en su debida importancia los factores humanos, cuyas diferencias se relacionan directamente con aspectos educativos, raciales, religiosos, entre muchos más.
En el caso de la política, hasta cierto punto no es importante conocer las teorías, pero sí es indispensable tener claridad sobre las características sociológicas, psicológicas, étnicas, etcétera. La lógica, esa parte del pensamiento cuyo tema principal es relacionar causas con efectos, así como separarlos y definirlos, se puede aplicar mejor en la tarea de analizar la praxis política. Este concepto es distinto también según las culturas diferentes, pero tiene sustratos comunes. Un ejemplo es el rechazo de la corrupción en cualquiera de sus manifestaciones y por ello no puede aceptarla, sobre todo cuando alcanza niveles increíbles. En el periodismo de orientación hay campo muy grande para dar una guía a fin de convencer a alguien sobre qué debe hacer o qué no.
La prensa de opinión en Guatemala tiene, a mi juicio, primer nivel. La ejercen colegas periodistas, pero también otras personas de buen criterio, con las debidas excepciones de quienes caen en la falacia de argumentum ad hominem, es decir del ataque a la persona en vez de la crítica a sus ideas. Hoy en día, la mayoría de columnas de prensa tienen como fin la denuncia, la crítica o la reiteración de las profecías expresadas por los autores. Al comenzar este un año preelectoral, creo necesario instar a la meta de explicar los problemas, a fin de permitir a los lectores comprenderlos, pero sobre todo a meditar acerca de las consecuencias de actuar en forma distinta o de seguir haciendo lo mismo, con lo cual no se puede lograr nada diferente.
Recuerdo haber leído un cartel frente al Palacio Nacional en el 2015, “en estas condiciones no debe haber elecciones”. Resultó profético. Ante el justificado rechazo a la clase política, mantener un calendario provocó el triunfo de un inexperto pero sobre todo inepto, pero convertido en un aventajado alumno del doctorado de la Vieja Política, a la cual depende y obedece. Dos años después, al analizar lo ocurrido en el Congreso, de donde jamás salió esa forma de politiquear, es válido pensar cuáles son los cambios necesarios a fin de lograr algo distinto por la vía del voto. El modelo político, los partidos, las alcaldías —la capitalina es el mejor ejemplo— actúan como si fueran pequeñas republiquitas con un soberano de opereta por encima de la ley. Repetirlo es un absurdo.
Los analistas necesitan escoger una temática, una vez superada aquella referente a la pésima calidad de quienes integran los organismos ejecutivo y legislativo, y la muy cuestionable en el judicial. Eso no podrá cambiar y señalarlo es repetir lo ya sabido. La tarea es ahora cómo lograr una salida democrática a la situación actual, si aún es posible. Aunque en voz baja comienzan a mencionarse nombres de nuevas caras para la presidencia, pero sin cambios previos el nuevo gobierno será más de lo mismo. Debe haber un Congreso reducido, formado por integrantes de partidos políticos, no de agrupaciones basadas en sueños presidencialistas de algún iluminado, o de un bobo fácil de engatusar. Hay materia para rato, es decir motivos de un diálogo sereno y serio.