CATALEJO

La política en su sentido filosófico

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EL EXPRESIDENTE uruguayo José Mujica, durante su presentación de ayer en el VI Foro de la Fundación Esquipulas, realizado en esta capital por dos días, me hizo recordar algunos de los conceptos filosóficos leídos hace ya varias décadas durante la época de mis estudios universitarios. Me refiero a considerar esta actividad como la más importante para el beneficio de la comunidad, y en el tema del llamado arte o ciencia de gobernar. En esa circunstancia es imprescindible pensar en los valores en los cuales se basa. Y, en el mundo actual, decidir si las bases de la actividad política cumplen esa necesidad, y también si es viable confundir a la política con la lucha preelectoral o de defensa de determinados intereses sobre los demás.

MUJICA HABLÓ sobre el papel de los partidos, pero resultó dejando entrever razones por las cuales los llamados partidos políticos en Guatemala no lo son realmente. Ninguno de estos, al girar alrededor de una persona y no de una idea o un valor, renuncian a uno de sus principales motivos: el de la permanencia una vez ya no estén vivos quienes los fundaron. Esto, por supuesto, explica por qué cuando el patrón del “partido político” llena su cometido de ser presidente, simplemente desaparece. O lo hace también cuando después de algunas intentonas, a veces ejemplos de ridículo notable, deciden retirarse, al darse cuenta de la imposibilidad de recuperar la “inversión” para llegar a multiplicarla con creces durante los escasos cuatro años de su vida.

LA NECESIDAD DE cambios sociales es evidente. Pero no se pueden realizar en una generación, sino en al menos dos. Pero también deben dar cabida a los cambios imposibles de negar ni de prever dentro de las mismas corrientes de pensamiento. Mujica habló, por ejemplo, de la necesidad de la permanencia de un sector conservador, con el fin de darle un balance a quienes propician cambios demasiado rápido, pero sí se debe evitar su conversión en “reaccionarios”, término cuyo significado no aclaró, pero entendible en su sentido general. Una frase fue muy clara: “Se debe poner bozal al apuro y a la estupidez”. En las actuales circunstancias de Guatemala, hay una inconsciente, talvez, pero clara referencia a alguno de nuestros problemas.

RESPECTO A LA VIDA real, las palabras de Mujica permitieron a la concurrencia ponerse a soñar un poco, o a pensar en la posibilidad de un cambio en la relación entre ciudadanos y gobernantes a partir del 14 de enero de 2016. Los guatemaltecos han demostrado su rechazo a causa de haber perdido la confianza, o más bien, del exceso de abuso de los políticos de turno, aunque los anteriores están claramente incluidos. Esta pérdida de confianza, más la conversión de la actividad política en un fenómeno de mercadeo de candidatos como si fueran un producto más de los presentes en el mercado, según el orador uruguayo es el resultado del aparecimiento de los “salvadores del pueblo” y de quienes mienten con promesas imposibles de cumplir.

YA EN TÉRMINOS MÁS abstractos, el mensaje de Mujica se refirió a la necesidad de lograr el bien común si el ser humano logra dominar su egoísmo. Yo diría el exceso de egoísmo y la aceptación de este fenómeno con el futuro de la humanidad, del país, de la ciudad. A veces es posible realizar acciones consideradas utópicas. Hasta abril pasado, la idea preponderante era la dejadez popular ante los abusos. Ahora, las manifestaciones siguen, aunque sea con relativamente pocos asistentes, porque los guatemaltecos descubrieron la fuerza de su derecho de expresión. Las palabras del visitante no hablaron de manera directa al respecto de lo ocurrido en Guatemala. Pero al hablar como lo hizo, refiriéndose a temas generales, dio en el blanco.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.