VENTANA

La vida que vives es el legado que dejas

|

¿Es la arqueología tu primer amor?, pregunté a la  eminente arqueóloga Bárbara Arroyo.  Sonriendo con los ojos respondió: “No. Es es mi familia. Gracias a su apoyo incondicional hago lo que hago. Pero, sí, mi segundo amor  es mi trabajo. La  arqueología es parte de mí misma”. ¡Allí está el secreto! Cuando trabajamos  con amor y dedicación inspiramos a otros a que hagan lo mismo.  Nuestra luz enciende otra luz.  Conversé  con Bárbara en el Parque Arqueológico  Kaminaljuyú. Desde el 2010  lo coordina y lo ha transformado. Antes de su dirección  el parque era considerado  un lugar peligroso. Se  reportaban  cinco mil visitas anuales, hoy llegan cien mil. Bárbara construyó  un Centro de Visitas donde se  exhibe información general de esta  ciudad que fue una metrópoli maya. Kaminaljuyú se  desarrolló alrededor de una laguna que fluía en lo que hoy  son las calzadas Roosevelt y San Juan. La ciudad estuvo  ocupada desde 1,200 a. C. hasta el  900 d. C.

Bárbara ha gestionado fondos para proteger el sitio y junto a su equipo de académicos y estudiantes han realizado enormes esfuerzos para conservar la arquitectura de barro y proteger la Acrópolis. Desde hace seis años estableció un programa educativo que, por primera vez, comunica a los estudiantes de primaria de las escuelas públicas de los alrededores la importancia de Kaminaljuyu. Como parte de este programa se publicó la historieta “El espíritu de barro”, elaborada por Mélanie Forné y el equipo dirigido por Bárbara para dar a conocer de manera atractiva la historia de Kaminaljuyu.

“La vida que vives es el legado que dejas”. Ese refrán vino a mi mente cuando supe que recientemente Bárbara recibió dos galardones. El primero fue Las Palmas Académicas del Gobierno Francés. El segundo, la Orden del Arrayán de la Fundación G&T Continental. Ambos reconocimientos honran su lucha por investigar nuestro inmenso patrimonio arqueológico, por protegerlo y conservarlo con inaudita pasión. Me llamó la atención que, La Orden del Arrayán lleva el nombre de un árbol que crece en las Verapaces y de cuyas semillas se extrae la cera. Las velas que se elaboran con ese aceite emiten una luz firme y duradera. ¡Poderoso mensaje! Este galardón tiene la particularidad de premiar a una persona y a la institución relacionada con su trabajo. Por eso este se le concedió a Bárbara y a la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, donde se forman profesionales en los campos de historia, arqueología y antropología.

¿Cómo decidiste ser arqueóloga?

“De niña los hallazgos en las tumbas egipcias atraparon mi imaginación, pero pensé que Egipto estaba muy lejos de Guatemala. En secundaria conocí más de la cultura maya. Descubrí nuestra riqueza arqueológica por lo que no dudé en inscribirme en la Escuela de Historia de la USAC.

¿Quién ha sido un mentor en tu vida profesional? El Dr. Frederick J. Bove de la Universidad de California, en Santa Bárbara. Fue mi asesor de campo en el sitio de Balberta en Escuintla. Admiré su sencillez, su profundo conocimiento sobre los primeros asentamientos humanos en la Costa Sur, que se convirtió en el hilo investigativo en mi trabajo. Admiré cómo cuidaba los fondos de la beca para aprovechar la investigación con sus estudiantes”. En 1994, Bárbara obtuvo un doctorado en antropología en la Universidad de Vanderbilt, Nashville. Luego trabajó como profesora en el Depto. de Arqueología de la UVG. En el 2005 inició el programa de rescate Naranjo y documentó su historia. Desde hace más de 20 años coordina los Simposios de Arqueolología. La próxima semana se llevará a cabo el número 32. “¡Esos tres amores de Bárbara, su familia, su trabajo y Guatemala es lo que los chapines debemos tener para sacar adelante al país!”, cantó el Clarinero

clarinerormr@hotmail.com

ESCRITO POR: