CATALEJO
Las consecuencias de malos consejos
APENAS DOS DÍAS DESPUÉS del confrontativo discurso pronunciado el domingo por el presidente Otto Pérez Molina, se notan con toda claridad las consecuencias de los malos consejeros a cuyo mal genio se debe la escritura del texto leído por televisión. Quienes se encuentran cerca de un mandatario y tienen como objetivo aconsejarlo de qué hacer o no hacer, cómo, cuándo y dónde decirlo, tienen como principal tarea bajar las emociones cuando estas se desbordan o se agitan, por motivos explicables desde el punto de vista humano, pero terribles desde la perspectiva política. La tarea no es echar gasolina a las llamas, sino, lejos de eso, revisar con cuidado hasta el tono de la voz y también del delator por excelencia, el lenguaje corporal.
LA VEHEMENCIA CON la cual el presidente aseguró su decisión de mantenerse en el cargo no fue un factor causante de admiración, como de seguro le dijeron, sino de contumacia, es decir de mantenerse en un error. La llamada a la “Guatemala profunda” para “defender la democracia” tuvo un inmediato efecto negativo cuando la pared frontal de Prensa Libre fue pintarrajeada por gente a quien le habían ordenado actuar de esa forma. Entre los hechos peores para obtener una prensa crítica, tanto a nivel nacional como internacional, se encuentra el de esas demostraciones contrarias a la libre emisión del pensamiento. Para ajuste de males, o de errores, los periodistas recibieron gases cuando ayer la exvicepresidenta salía del edificio de tribunales.
LOS DÍAS LUNES Y MARTES de esta semana fueron tremendos. El presidente, con la parte hepática de su discurso, borró el efecto positivo de haber pedido perdón. Ayer, Roxana Baldetti se convirtió en una procesada por tres delitos. Casi al mismo tiempo, la Corte Suprema de Justicia decidió enviar al Congreso de la República el caso del antejuicio en contra del mandatario y esto abre la posibilidad de ser enviado a proceso, aunque se mantenga en el cargo. Todo depende de cómo actuará Manuel Baldizón, quien tiene muy claro el efecto en el descenso de la intención de voto a su favor si favorece al presidente con el voto de su bancada. Mientras tanto, siguen renunciando algunos de sus principales colaboradores, dejándolo en soledad total.
CUANDO UN ASESOR O UN consejero se choca con la inutilidad de sus opiniones, tiene dos caminos. Uno, aceptar el hecho de la voluntariedad de quien recibe esos criterios. Al fin y al cabo, la responsabilidad histórica es del presidente, no del consejero. La otra es decidir si vale la pena seguir en esas condiciones, porque hacia fuera se tiene la percepción de una mala asesoría. Cuando todo sale bien, es el presidente quien debe ser felicitado. Si sale mal, los palos le caen al asesor. Si aún así se mantiene en el cargo, la única interpretación posible es la de una lealtad a toda prueba. Se olvida entonces del viejo dicho según el cual la lealtad no debe ni puede implicar el suicidio. Lo digo, por supuesto, en el sentido figurado, político.
VALE LA PENA TAMBIÉN recordar otro asunto. Muchas veces, las viejas amistades, las cercanías familiares, etcétera, se convierten en un obstáculo para el asesor. Se parece al caso de los médicos: es mejor si no atienden a pacientes cercanos. El factor emocional se convierte en un valladar. Porque los acontecimientos están ocurriendo a una velocidad vertiginosa, es difícil predecir algo con seguridad. Todo el panorama está nebuloso, sobre todo por la cercanía de las elecciones y por los efectos de una elección si se realiza fuera de los cánones de la normalidad. Ahora, el tácito llamado a manifestaciones ya no puede ser eliminado. Quienes asesoraron mal al presidente tienen la responsabilidad. Pero él tiene la culpa de haberlos escuchado.