EDITORIAL
Marcados por la corrupción
Luiz Inácio da Silva, más conocido como Lula, se convirtió el pasado miércoles en otro de los expresidentes que muerden el polvo de la derrota, al ser condenado a nueve años y medio de cárcel por cargos de corrupción y lavado de dinero. Se le sindica de haber recibido un apartamento y otros pagos de la compañía brasileña de construcción OAS.
El caso del exgobernante brasileño se suma a una larga lista de mandatarios cuyas presidencias afrontan una profunda crisis o que cuando ocuparon ese alto cargo cayeron en los tentáculos de la corruptela o de acciones censurables y hoy la justicia les sigue los pasos.
La lista atraviesa las Américas, empezando con la del Norte, donde el mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, libra una áspera batalla porque enfrenta cargos de colusión con el régimen ruso, a cuyo líder se señala de haber interferido en las elecciones estadounidenses para favorecer la candidatura de Trump, quien a su vez se encuentra en medio de una batalla muy personal con los medios de comunicación independientes.
En México, el actual mandatario también está enfrascado en señalamientos de que el suyo es uno de los gobiernos más corruptos de la historia. Hace apenas dos días se produjo un lamentable accidente con el hundimiento del tramo de una moderna carretera, de lo cual hubo advertencias sobre los riesgos, pero no fueron escuchadas. Se sospecha de una mala construcción y a causa de ello murieron dos personas.
Guatemala también hace su aporte en esa galería de la vergüenza, con el encarcelamiento de los exgobernantes anteriores, así como la detención de buena parte de su gabinete y de figuras influyentes de la administración patriotista.
En El Salvador, los últimos tres exgobernantes enfrentan cargos de corrupción. Uno de ellos, Francisco Flores, murió en pleno proceso y Mauricio Funes está refugiado en Nicaragua, mientras que Antonio Saca guarda prisión. En Honduras, el expresidente Rafael Callejas reconoció su culpabilidad en un caso de soborno cuando fue dirigente del futbol de su país.
El expresidente panameño Ricardo Martinelli libra una batalla con la justicia estadounidense para no ser deportado a Panamá, donde es reclamado para procesarlo por corrupción y por haber efectuado escuchas telefónicas ilegales.
En Perú se acaba de pedir el encarcelamiento del expresidente Ollanta Humala y de su esposa, sindicados de haber recibido tres millones de dólares de la constructora brasileña Odebrecht, la cual habría sobornado al exmandatario Alejandro Toledo, quien además es reclamado por la justicia peruana. En Argentina, Cristina Fernández de Kirchner lucha por librarse de la justicia.
Pero la mayor agitación se da en Brasil, que pasa por su peor crisis, con un expresidente recién condenado en primera instancia, la exmandataria Dilma Roussef destituida también por corrupción y el actual gobernante, Michel Temer, en un tambaleante momento, también bajo cargos de corrupción, en las vísperas de una campaña electoral en la que Lula es el más favorecido por las encuestas. Todo un bochorno para un hemisferio claramente urgido de renovados liderazgos.