CATALEJO

Navidad, también fiesta de abuelos

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LA NAVIDAD TRAE CONSIGO el pensamiento dirigido a todos los miembros de la familia, aunque esto muchas veces sea inconsciente, sobre todo para quienes han abordado antes la barca del viaje sin retorno. Por lo general se piensa en los niños, porque al fin y al cabo el motivo principal es celebrar el nacimiento del Dios infante. Los adultos jóvenes comienzan a gozar las fiestas de la epifanía con el agregado de los bebés, muy pronto convertidos en niños y adolescentes. Pero la Navidad de los abuelos resulta ser doble, porque se siente la felicidad de ver a los hijos y a los hijos de los hijos, es decir a la comprobación de la permanencia de la cepa familiar. Por eso en las navidades de los abuelos también para ellos el gozo se duplica.

SER ABUELO, POR ASÍ decirlo, para el hombre constituye la fuente de especial ternura, cuando los nietos están recién nacidos o en la primera etapa de la infancia, cuando la tarea se reduce a malcriarlos un poco, no mucho, lujo imposible cuando se es solo padre. Por supuesto, lo mismo ocurre con las abuelas… Pasan los años y se convierten en compañía y en los tiempos actuales también se convierten en asesores tecnológicos en el manejo de programas electrónicos cuya lógica es imposible o muy difícil de comprender. Sus ascensos en la vida, pequeños o grandes, constituyen una fuente especial de satisfacciones: sus habilidades musicales, deportivas, sus triunfos en la escuela primaria, secundaria, y dado el caso, universitaria.

SENTARSE A LA MESA DONDE será servido el tamal navideño constituye para los abuelos una fuente especial de una nueva felicidad. A veces, la abuela se convierte en la jefa de la cocina, aunque la celebración sea en la casa de un hijo o de una hija. En otras, se sienta a esperar ser atendida, como a ella le tocó atender en los años del perpetuo papel de madre. A causa de la natural tendencia de rememorar viejos tiempos, es conveniente escuchar las anécdotas de familiares y amigos ya fallecidos, o de los hijos y los nietos cuando eran pequeños. Los abuelos, aunque sus historias sean la misma, en cada una de sus versiones agregan algún detalle y van afianzando una de las historias más importantes, la de cada una de las familias y sus miembros.

CUANDO LOS ABUELOS se quedan solos en su casa, total o parcialmente porque no está alguno de los hijos y los nietos no están, la tristeza puede ser, y muchas veces es, doble. Y si por algún motivo no han sido invitados, sin importar las circunstancias, el dolor es doble. En otras culturas, como la china y la maya, el papel de los abuelos es reverenciado al asociársele con la experiencia de la vida. Las arrugas no son motivo de vergüenza, sino de prueba de haber vivido. Por eso una abuela se ve mejor cuando en su rostro se ven las huellas de los años. Y en el caso del abuelo, unas libras de más y unos cabellos de menos son una buen adorno, en realidad. La Navidad solitaria de los abuelos puede ser una experiencia particularmente difícil.

VALE ESTE COMENTARIO porque una de las bases del espíritu navideño lo constituye la unión familiar. Hay momentos, talvez pocos pero profundos, en los cuales a los abuelos se les hace un nudo en la garganta o se les salen algunas lágrimas en silencio. Cuando recuerdan a quienes se han ido para siempre, y es duro, muy especialmente cuando es un hijo o un nieto a quien se extrañará con ternura. Por todo ello, a mi parecer los abuelos tenemos mucho derecho a celebrar las navidades de una manera especial, única. Y tenemos el deber de recibir con especial alegría las muestras de amor de los nietos, mientras más niños, mejor. Dicho esto, deseo una Navidad tranquila y feliz a quienes, como yo, tienen el privilegio del abuelato.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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